24.2.10

Carta de colores

 
Lluvia en las calles. Coches rodando sobre el asfalto mojado y pulverizando agua al entrar en contacto con los charcos.
Paraguas repiqueteando sobre la cabeza.
Entrar en una tienda silenciosa, iluminada y seca.

-¡Hola!
-Buenas tardes.
-Queríamos plástico para proteger muebles de la pintura.
-¿Una bolsa o dos? Son de 20 m2
-Hmmmm...dos, ¿no, Pelotillo?
-Vale.
-Y cinta de carrocero.
-Ahí la tienes. Cógela tu misma.
-¿Habría la posibilidad de que nos dejárais una carta de colores para elegir la pintura?
-Imposible. Tienes que elegir el color aquí.
-Es que sé por experiencia que el color que elija aquí luego queda horrible. Necesitamos verlo en la pared con las diferentes luces.
[Es un tienda de pinturas. Son profesionales de la pintura. ¿No han oído nunca hablar de teoría del color?]
-Entonces tienes que pagar parte de la carta para llevártela. 40€.
[¡J***r! Con ese dinero me saco yo un pantone por la impresora en papel fotográfico...Bueno, vale,...casi.]
-¿Y me devuelves después el dinero?
-Claaroo.
-En otra tienda de pinturas me lo han dejado gratis y desde luego lo he devuelto, no me hace ilusión tener tiritas de colores, pero en fin vale.
-Es que la gente se lo lleva y no lo devuelve. Incluso dejaban una señal de 10€ y luego no lo devolvían o lo devolvían defectuoso. Así que si la carta cuesta 40 ó 60 eso es lo que pedimos. Es que estamos

escaldeaos....escaldeaos...escaldeaos......escaldeaaaoooosss


 ...escaldeaos...
  
 ...escaldeaos...
...escAldeAos...
                ...ooeeeaeeEEEEscaaooeldeeeeeeAAAooaaoooOOOOoooss...



Volvimos a la realidad y salimos de la tienda.
Pensándolo bien, por 40€ ya nos podría haber dado una carta de colores que estuviera nueva...y limpia.


23.2.10

Días extraños

Llega una persona a un mostrador. Quiere recoger el material de un curso de formación a distancia. Debe entregar documentación pertinente -formularios estandar incluidos-. Acude a recoger el material cinco horas antes de la inauguración del curso. No tiene la documentación.

Recoge los impresos en blanco. Los rellena. A punto de terminar concluye para sí que los podía rellenar en casa. Pide un sobre para transportarlos -días lluviosos-. No hay sobre. Entrega los impresos para que los rompan en el mostrador. Cuando vuelva en el horario correcto de la inauguración vuelve a rellenarlos.
 
Falta material en una oficina. Pero en realidad no falta. Sobra cuando todo esté completo.

Profesora habitual que entra siempre como una centella, solo coge la llave para entrar al aula ignorando el resto del material que necesita. Pasan las horas y los alumnos deben firmar, se tienen que ir en breve. Al final de su clase reclama que no le han dado el sobre.
Necesito una mesa especial de estudio. Me apaño con una carpeta gigante de ilustrador. Me prestan amablemente de forma provisional una mesa de estudio muy parecida a la que necesito. Tengo ahora menos superficie de escritura y me duele más la espalda que antes.

 
Menos tiempo libre para tareas-extras y ocio. Sábado libre ocupado todo el día. Tarde de compras para pintar una habitación.
Horas delante del ordenador leyendo. Horas delante de los libros de estudio leyendo. Robando minutos al tiempo para leer novelas.

Previsión de nevada en la ciudad. Temperaturas máximas de 11º.

El ser humano rompe la rutina constantemente.


22.2.10

Dislexia mental

 
Cuando estudias y trabajas no te queda mucho tiempo para ti.

No te queda mucho tiempo para hacer cosas que te distraigan -a no ser que se considere distracción cuando estás estudiando y empiezas a pensar cómo quedaría ese armario repleto de trastos si lo ordenaras-.
No te queda mucho tiempo para quedar con la gente.
No te queda mucho tiempo para cocinar bien.
No te queda mucho tiempo para leer revistas, periódicos o ponerte al día de lo que pasa en el mundo, entre otras cosas porque cada vez que miras a una pantalla de ordenador o letras negras impresas sobre papel tus ojos solo ven estrellitas.
No te queda mucho tiempo para hablar tranquilamente por teléfono.
No te queda mucho tiempo para salir a dar una vuelta. Esto es bueno porque así tampoco te compras nada que en realidad no necesites pero te guste.

 En el fondo estar tan ocupada tiene sus ventajas y es que:

a) Ahorras e inviertes. Siguiendo la línea del pensamiento anterior: no sales, no gastas.
Además estás invirtiendo, hipotéticamente, para que tu futuro sea más rentable: estudias, tendrás un trabajo mejor pagado.
Esto no significa que siempre que estudies sea para prosperar. Puedes ser un fontanero estupendo y estudiar intensamente los movimientos migratorios de las cigüeñas, si es que aún los hacen, pero eso no va a hacer que seas un fontanero mejor considerado.
Solo si las cigüeñas empezaran a instalar duchas en sus nidos y pagaran a los fontaneros por ello.
b) Te vuelves más culta: tu vocabulario se amplía, aunque no te entiendan.

c) Estás siempre muy ocupada con lo que la rutina pasa volando porque estás entretenida en tu propia rutina; una rutina-fractal: una rutina dentro de otra rutina (como una matrioska de rutinas).

d) Los ratitos de descanso aprendes a disfrutarlos aunque solo estés de cuerpo presente.
Pero también tiene sus inconvenientes:

1. Pierdes el concepto de pasado-presente-futuro. En realidad todo te parece presente aunque tu cabeza esté puesta en el futuro. El pasado directamente no existe, alguna vez fue presente pero como éste siempre es igual no notas la diferencia.

2. En las reuniones sociales no tienes temas de conversación. Esto puede ser cómodo pues puedes acoplarte a una conversación e incluso limitarte a asentir/sonreir/poner caritas porque en realidad no tienes nada que aportar. 
Lo malo es que cualquier tema que se te ocurra está relacionado con el punto b): podrías contar un montón de cosas nuevas que has aprendido -si logras acordarte- pero nadie te entendería -sobre todo si no te acuerdas más que de conceptos inconexos-.

3. Crea adicción: te has habituado tanto a cumplir horarios para tener continuidad que luego lo echas de menos.

4. Aprendes a tener la mente en blanco con mucha facilidad. Es mucho más rápido que en las clases de yoga y meditación y no necesitas práctica, solo tener la mente muy ocupada todo el tiempo y en cuanto puedes ¡zas! te quedas en blanco y ves a la gente mover los labios cuando te hablan pero no te llega lo que te dicen.

5. Te duelen ligeramente las manos de tomar apuntes, hacer esquemas y todo lo que asimilas intentas reducirlo a su mínima expresión, siempre en aras de esquematizar y recordar todo lo que puedas. Esto entra en conflicto con el punto 4.

6. Lo peor, lo peor, es que hablas como Yoda. En una conversación normal te asalta el punto 5; el 4, con el que está en conflicto, y el b), produciendo frases incoherentes, diciendo palabras que no tenías en mente segundos antes, mezclando los conceptos del discurso del que te habla, de lo que quieres decir y de lo que has visto recientemente. Te conviertes en un surtidor de palabras:

"- Oye, ¿qué hacemos al final con las cortinas?
- Podemos ir tú a la tienda a cortar mañana medir en la cocina."

Y tan fresca.

Nota mental: hasta que termine los estudios no mirar/leer/prestar excesiva atención a ningún tema escatológico ni de sexo burro.
 

18.2.10

Instrumentos de tortura y ejecución - II

Después de revisar los útiles de tortura propiamente dichos hoy les toca el turno a los instrumentos de tortura y ejecución de las sentencias. La Inquisición delegaba la ejecución de los no arrepentidos a los organismos seculares.

Me reitero en que los detalles pueden herir la sensibilidad de los lectores que se paseen por esta entrada.

 

Podemos empezar por revisar el conocido garrote, o garrote vil, erradicado junto con la pena de muerte en España en el no tan lejano año 1978. 
Seguramente todo el mundo conoce su mecanismo pero por si alguien está despistado recordaremos que se sienta al infame o víctima -dependiendo de la culpabilidad o inocencia del ser humano que tenga que pasar por semejante trance- y sujetandole la cabeza, el verdugo introduce un tornillo grueso acabado en punta por la nuca, partiendo el cuello del allí sentado. 
Si el tornillo llegaba a la médula la muerte era instantánea pero esto sucedía ocasionalmente, bien por la menor fuerza del verdugo para ejecutar la tarea limpiamente o porque no quisiera, o le hubieran ordenado que lo hiciese así de forma que la agonía durara más tiempo.

La mayor parte de las veces la muerte tardaba unos minutos y generalmente sobrevenía por estrangulamiento.
El adjetivo de vil se debe a que la muerte por decapitación con espada se reservaba a la nobleza, mientras que a los villanos -de las villas- se les trataba con el garrote.
En la conquista de América también se utilizó.

Otro instrumento bien conocido y bastante usual es el de la horca. Incluso en los tiempos actuales se sigue utilizando.
En ella se le pone a la persona una soga al cuello y se la deja colgando bruscamente para que con suerte, se parta el cuello y no sufra, o se estrangule hasta que el oxígeno deje de llegar al cerebro y resto de órganos.
La incorporación de la trampilla sobre la que se situa de pie el acusado es posterior.

 
¿Quién no ha visto alguna película en la que encierran a alguien en este artefacto metálico y le dejan suspendido a su suerte a merced de las inclemencias del tiempo y para que una vez muerto sea pasto de los animales?
Esta jaula impedía que la cabeza tuviera suficiente espacio lo que creaba una gran incomodidad a la persona que estaba confinada allí dentro. 
Se colgaban a gran altura lo que anulaba la posibilidad de escapar de la jaula, si es que hubiera alguna. 
La debilidad por la falta de alimento y la exposición al sol abrasador o a temperaturas extremadamentes frías, a  la lluvia y al viento acababan con la vida del acusado.  

Podríamos decir que este es el instrumento-insignia de la Inquisición por excelencia: el poste u hoguera. Especialmente en los casos de brujería. Lo habitual es que la muerte se produjera por asfixia al inhalar los humos de la pira inferior. Si el pecador o pecadora se arrepentía de las faltas cometidas podría ser beneficiado con la gracia de la estrangulación previa a la quema. 

Famosa especialmente por la Revolución Francesa, gozó de adeptos en más países y su uso se remonta en realidad al sXIII.
La guillotina sería la ejecución mecanizada de la espada. Limpia, rápida y sin esfuerzos. Hubo que hacer algún retoque en la cuchilla, dándole ángulo, pues el corte horizontal no era tan eficaz. Lo espeluznante, si es que tiene algo que no lo sea, es que la cabeza puede permanecer consciente, una vez separada del cuerpo, durante unos 30 segundos.


 
Este casco tan chulo con tornillo incorporado -el aplasta cabezas- servía para, haciendo girar el tornillo, fracturar los dientes, la mandíbula inferior, el cráneo, hacer que los ojos se salieran de sus cuencas y como resultado final la evasión del cerebro por lo orificios libres. 

La sierra con el mismo aspecto que la de los  leñadores se utilizaba en los cuerpos boca abajo de los sentenciados. La finalidad era ir serrando a la persona longitudinalmente empezando por los genitales y siguiendo por el cuerpo hasta llegar a la cabeza. El motivo de que fuera boca abajo es que así se impedía la muerte por hemorragia masiva y la tortura duraba más.
La Inquisición siempre tan exquisita en el cuidado de los detalles.
La dama de hierro. Por último uno de los grandes artilugios de tortura consistente, como se aprecia en la foto, en una estructura metálica con pinchos en su interior. 
El acusado/acusada era introducido dentro y al cerrar el artefacto los pinchos le herían en diferentes puntos, causando mucho dolor pero no la muerte hasta que ésta sobrevenía días después. Para que el proceso de ejecución, algo largo debido a la agonía, no perturbara los pensamientos de los custodios, el grosor de las paredes de la dama era tal que producía una eficaz insonorización.
Como detalle a tener en cuenta, indicar que los pinchos podían ponerse y quitarse para situarlos en diferentes puntos en caso de querer prolongar o no el sufrimiento.


Después de un tiempo a la Inquisición se le acabaron los motivos religiosos para las torturas y ejecuciones lo que no impidió que aprovecharan procedimientos y materiales para derivarlo a cuestiones más civiles, como hurtos, sodomías, etc.

El hecho de que un órgano como el de la Inquisición tuviera cabida en cualquier civilización es algo que solo se explica por los intereses políticos y económicos que la motivaron. Algo que se vio favorecido por un aborregamiento general motivado porque el pueblo tenía la verdadera convicción de la existencia literal de un dios, un cielo al que las almas accederían si eran buenos cristianos y un infierno que les condenaría por la eternidad para purgar sus faltas en el mundo terrenal.
El ser humano es capaz de hacer cosas maravillosas pero lamentablemente ese potencial puede también producir las barbaridades más absolutas.

17.2.10

Instrumentos de tortura - I

Lo mejor de la mencionada visita a la ilustre ciudad de Toledo fue encontrarnos con la Exposición de Antiguos Instrumentos de Tortura. ¿Morbosillo? Sí, porque ya no es legal pero la Inquisición así se las gastaba.
En nombre de la fe cuánto sufrimiento.

Advertencia: alguno de los contenidos puede herir sensibilidades. Yo, aviso. 

Esta refinada herramienta -el aplasta pulgares- servía para romper los pulgares. Los dos mencionados dedos de las manos se apoyaban sobre la superficie dentada de una de los rectángulos y el torturador apretaba girando una manivela hasta machacarlos. El dolor por lo visto era innenarrable.


Más bien destinados a la humillación pública, que a otra cosa -tortura psicológica- eran estos collares con adornos relativos a la falta del acusado. Debían llevarlos puestos para escarnio público.

Dado que Jesús sufrió en la cruz por todos los hombres, las cabezas maquinantes del Santo Oficio pensarían que un acertado homenaje sería que un acusado luciera una gruesa corona de puntas de hierro bien ceñidita a la cabeza.

Este artilugio de la izquierda llamado la cuna de Judas funciona de la siguiente forma: el acusado/acusada era sujeto firmemente con el aro por la cintura y se le sentaba en la cúspide de semejante pirámide, haciendo que el pico estuviera en contacto con las partes pudendas -vagina, escroto, ano, etc-. La tortura, por si estar sentado en semejante sitio no fuera bastante, consistía en dejar caer de golpe al individuo o en aumentar la presión contra la pirámide si la confesión tardaba en salir.

Este instrumento todavía puede verse en conmemoraciones religiosas actuales. 
Recias y numerosas cuerdas de cáñamo trenzado caían una y otra vez sobre la espalda del acusado/acusada, eso sí, impregnadas en azufre, sal y agua para que la sensación fuera inolvidable. 
Las estrellas metálicas de los extremos -como puede apreciarse en el detalle- contribuían a que la piel de la espalda desapareciese. Para mejorar el efecto era común que limpiaran la espalda herida del reo con la misma solución de azufre y sal. En algunos casos podían quedar a la vista los órganos internos.

 
No puede haber una tortura sin fuego así que otra de las técnicas era la de marcar con un hierro candente al reo. En la foto se aprecia la estrella de david. Suponemos a quién estaba destinada. 
Morboso es el detalle de que las estrellas que forman las puntas del látigo visto anterioremente tengan el mismo número de puntas que ésta.



En un grado menor de sufrimiento y humillación -no necesariamente mortal aunque sí algunas veces- están la máscaras infamantes como puede apreciarse en la foto. El portador o portadora debía llevarla puesta en su vida social -si es que tenía después de tener que exhibirse así-. El riesgo es que en algunos casos podían morir de inanición o por asfixia si estaba muy ajustada. Las heridas y laceraciones producidas por estos artilugios eran muy dolorosas.

¿Qué sería de la Inquisición sin su famoso potro?
En él se colocaba a la persona, atada por las manos en un extremo, y por los pies en el otro. El torturador hacía girar la rueda para provocar los estiramientos forzosos en el individuo allí tumbado. Entre sus consecuencias están las dislocación de las extremidades, la rotura de huesos y desgarramiento de las fibras musculares, como las del abdomen, a medida que el torturador aumentaba la tensión en el aparato.

 
Este instrumento bien podía servir para colgar a los acusados de un brazo -o de los dos- o de los tobillos y provocar las dislocaciones de las articulaciones, y/o las consecuencias, si era el caso, de permanecer boca abajo tanto tiempo.
Otro tipo de rueda era la que se utilizaba sin poste. En ella se ataba al acusado para desmembrarlo, triturarle las piernas y brazos y rompiendo las costillas para dificultar la respiración, pero eso sí, dejando la cabeza intacta. Había que tener cuidado de no provocar una muerte prematura por derrame interno pues al reo todavía le esperaba una larga sesión de sufrimiento, ya que podían hacerle girar con ella atada a un carro, etc.

Con su nombre derivado fonéticamente de San Benito, esta indumentaria tan peculiar -sambenito- servía para declarar públicamente a un pecador que se había arrepentido de sus pecados. Esto no eximía de la ejecución ni de la previa tortura sino que era un aliciente más en todo el proceso. Podía llevar  inscritos motivos alusivos a los pecados de su portador y según las llamas dibujadas estuvieran hacia arriba o hacia abajo significaba que la muerte en la hoguera iba a ser rápida o lenta.

 
El violón de las comadres se utilizaba para sujetar el cuello y las muñecas. La postura no era demasiado cómoda y después de unas cuantas horas, expuestos a la intemperie, los músculos y huesos se resienten por no hablar de las heridas en la piel. 
Las personas así castigadas dependían de que alguien las alimentara, algo que solía hacer un familiar.
Como en aparatos similares la acusada o acusado podía morir a consecuencia de los golpes y objetos que el populacho les tirara a la cabeza.
  
Seguramente esta silla de interrogatorio era cómoda donde las hubiere, con múltiples pinchos en contacto con puntos de presión del cuerpo desconocidos hasta por la milenaria tradición china.
No cabe duda de que obraría milagros en las confesiones de los acusados.


15.2.10

Dependienta de armas

El domingo decidimos pasar el día en Toledo. 
Llevábamos unos cuatro fines de semana sin salir de casa, apenas para ir  de visita a otras casas y la verdad es que ya nos estaba agobiando la sensación de confinamiento.

Nos acostamos el sábado a una hora prudencial  -haciendo un esfuerzo-, nos pusimos el despertador y aunque salimos solo media hora más tarde de lo previsto no interfirió en nuestros planes.

Ya habíamos estado otras veces en la Ciudad Imperial pero eso sucedió hace algunos años así que pensamos que había que volver a echar un vistazo para ver los cambios y revivir los buenos viejos tiempos.

El viaje se hizo corto y agradable pero aconsejo que si os da por pintaros las uñas -de las manos- dentro del coche en movimiento aprovechéis las rectas que si lo hacéis en las curvas podéis acabar con una lustrosa mano de barniz -nunca mejor dicho- por todo el cuerpo.

Caminamos mucho viendo cosas y lo más complicado fue encontrar un sitio para comer que, a las tres y pico de la tarde, no tuviera lista de espera de al menos 20 minutos. Debieron de hacer buena caja en Toledo porque no se trataba de las dos de la tarde ni de las dos y media sino de las tres y pasadas. 
Al final encontramos un sitio que tenía mesas libres. Estaba más alejado del centro histórico pero claro, tenía truco: tardaban milenios en atenderte y servirte. Lo que hubo que agradecer es que el tiempo que esperamos para que llegara el primer plato no hubo que esperarlo para los siguientes si no, ya me veía convirtiendo In Scriptum en un sitio de crítica gastronómica pero solo de crítica -de las chungas-.

Visitamos una de esas famosas tiendas toledanas donde exhiben espadas, armaduras y artefactos oriundos del lugar y se atreven con armaduras, espadas y arcos de películas de renombre. Ya las había visto por internet, que por cierto, la oferta es más variada que en vivo; creí que sería al revés.

Nota mental: no volver a entrar, concretamente, en una de ellas. No daré su nombre porque no quiero hacer publicidad pero puedo decir que en el escaparate tenían una pantalla plana mientras sonaban fragmentos de bandas sonoras de películas relacionadas con el trabajo de la fragua.

Ingenuos de nosotros, entramos y ya se nos abalanzó una dependienta con marcado acento de los países del este. A priori no tengo nada en contra de nadie, sea cual sea su procedencia, ni su acento, ni su color de piel, ni nada pero me vino a la memoría un tópico personal que me formé cuando tuve, años atrás, de compañera de trabajo a una chica de origen rumano: la persistencia.

La mujer, cual maestra de ceremonias o como si estuviéramos visitando su casa y se erigiera en anfitriona nos siguió por toda la tienda explicándonos tipos de espadas, calidades y un exceso de información muy útil si vas a comprar, pero muy inútil cuando ya has dicho que solo vas a echar un vistazo. Nos empezó a saturar. Pensando que a lo mejor en la planta baja, con más clientela, íbamos a despistarla y que por fin íbamos a poder ver lo expuesto sin más comentarios que los nuestros, nos siguió como un perro de presa y encima la dependienta que custodiaba la parte inferior se simultaneaba con ella para ofrecernos artículos. Yo ya me puse a pensar si en algún momento había dicho que regentara un museo o viviera en un castillo.

Mae: -"¡Una armadura templaria!"
Pelotillo: -"Sí, que bonita"
Dependienta 2 (mientras Dependienta 1 le hincaba el diente a un grupo de chicos que se defendieron diciendo que eran estudiantes): -"Ssi,...ess prressiosa. Cuessta 2.900 euross."

En fin que no solo se metía en nuestra conversación si no que nos espantó con el precio. Por favor, un poco de intimidad.
Después de la incomodidad de ver una tienda con semejantes escoltas salimos en cuanto pudimos a la superficie -a la planta de calle- y ya allí, viendo Dependienta 1 que se quedaba sin carnaza, al lado del stand de joyería damasquinada que ya nos había enseñado al entrar, nos ofrece que compremos algo ¡ja!, como el que ofrece un aperitivo por la visita.

Dependienta 1: -"Ssi quieress comprrar algo...mira...¿no tieness ningún regalo pendiente?.."
Mae: -"Nooooooo! Señora, por dios! Ya le he dicho que no!! N-O! Ene-O!! No!! Váyase a la m****a, que me tiene de los nerviooooos!!!!!"

Evidentemente no fue esto lo que le contesté sino que recurriendo a mi flema inglesa me la quité de encima mientras Pelotillo sujetaba la puerta de salida, hacía una voltereta hacia adelante, cayendo de pie después de un mortal y yo, avanzaba con las puntas de los pies por la pared de la tienda, escabulléndonos sin volver la vista atrás.
Buf!

12.2.10

Mañana infernal

Hay mañanas y mañanas y una de esas mañanas era de las que no querría volver a repetir hasta dentro de unos cuantos lustros.
Habitualmente me levanto pronto, excesivamente pronto, para poder ir de forma relajada a trabajar. Nada como empezar el día con buena actitud.
Incluso me levanto con el tiempo suficiente para contemplar pequeños imprevistos.
Excepto tantos pequeños imprevistos seguidos.

Suena el despertador y después de un sueño no especialmente reparador, levito de la cama y aparezco en el baño, todo luces y destellos.
En realidad solo he encendido las luces del baño y del espejo pero con los ojos semi-cerrados y las pupilas aún dilatadas por el cansancio todo parece más brillante.
Ningún contratiempo hasta la hora de vestirse. Me enfundo las medias, me pongo la camiseta de manga larga, la falda y voy al baño dispuesta a dar el toque final.
El caso es que las medias están tirantes y parece que hubiera cogido una talla para una niña de 12 años y me siento como si en vez de ir andando hasta el servicio estuviera dando saltitos como un gorrión.
Delante del espejo otra vez vuelvo a encender las luces de star-system-a-punto-de-salir-al-escenario y ¡horror!: la camiseta supuestamente-negra, al lado de la falda ¡se ve gris!
Corro a la habitación -es un decir-, entro de puntillas, sin hacer ruido, pertrechada con una linterna-mechero de la reserva que acumulamos Pelotillo y yo desde que él ha dejado de fumar (¡Por fin! Casi cumple 9 meses sin fumar), cierro la puerta para que no entre luz ya que Pelotillo aún duerme -afortunado él-, abro el armario y husmeo buscando una camiseta que no traicione a la falda. 
Con una mano sujeto la camiseta negra-gris y con la otra saco la negra-negra. Apago la linterna. Salgo a hurtadillas y vuelvo al baño.
Me enfundo la camiseta negro-verdadero.
Las medias me oprimen las piernas ¿pero cuándo me he comprado yo unas medias tan incómodas? Tiro de ellas delicadamente primero y con fuerza después para subirlas y veo que para colmo tienen una carrera. ¡Imposible! ¡Si parecen de neopreno!
A la porra. Vuelvo a la habitación. Esta vez no necesito linterna. Nos hicimos un invento con una billy de Ikea y ahora tengo todos los pantys en una caja de tela negra muy fardona, que junto con 5 más hacen de cajones-postizos en los huecos de la estantería.
Salgo de puntillas, y dando más saltitos, de la habitación. Aparezco en el baño. Me quito las medias con satisfacción pensando en tirarlas. Ya me estaba doliendo hasta la cabeza.
Rebusco unas medias que no me hagan torniquete y aliviada me las pongo.
Me voy cepillando los dientes y se me ocurre hacer una inspección a la falda que tiene la abertura por detrás. ¡Desastre! Se ha descosido. Mecagüen...! Pues ahora no voy a cambiarme toda la ropa. ¿Cómo voy de tiempo? Algo retrasada con respecto a la hora de salida pero no mucho aunque me quedan muchos flecos que terminar antes de salir de casa...

Corro al comedor -con las otras medias, imposible- abro el costurero. Menos mal que compré un cofre de madera y ahora está todo en orden.
A duras penas distingo el hilo negro y después de varios intentos, cruzando mentalmente los dedos porque los de verdad los tengo ocupados, ruego que haya cogido el carrete correcto, y me llevo aguja y tijeras.
Vuelvo al baño ¿Cuántas veces habré venido al baño hoy y solo llevo una hora de pie?
No me quito la falda, me la giro y después de descubrir que enhebrar con sueño, de pie y con prisas es más difícil que sentada, tranquila y con los ojos realmente abiertos, me pongo a coserla en un escorzo. Tonta de mi, que puedo girarla un poco más.
Descubro que a medida que coso el hilo se separa y quedan una puntadas aberrantes. Ya me imagino andando por el pasillo del trasbordo y notando unos ojos críticos clavados en mi abertura remendada (lo de "raja remendada" suena fatal además de triste).
Al menos en esos detalles son en los que yo me fijo cuando ese tramo interminable me obliga a distraerme con cualquier cosa.

A lo lejos oigo ruidos como de cajas y cosas que se caen y mientras imagino qué puede ser me encamino hacia el salón intentando no perder la aguja ni clavármela y veo a mi gata tirando lo que le estorba para hacerse hueco dentro del mueble. Despotricando la espanto y recojo cosas que según ordeno se caen por sí solas. Consigo cerrar la puerta del mueble.

De regreso al baño luminoso. Me empleo a fondo a la tarea de coser y remato lo mejor que puedo y la verdad, no me queda tan mal pero mejor lo repito por la tarde, de vuelta a casa y sin cronómetro. De momento sirve.
Voy al comedor a guardar los trastos de costura y tropiezo con mi gata, que aguarda detrás de mis tobillos, esperando a que le conceda algo y para evitar pisarla, casi me escalabro. Sale corriendo despavorida y regresa al rato recelosa, no vaya a ser que me dé otro ataque de prisas y me vuelva peligrosa.
Me faltan las botas ¡Uf! Y están en la parte de atrás del armario...
Hago contorsiones para sacarlas, recojo el resto de cosas que necesito y me repito a mí misma que no se me olvide coger un boli para apuntar el consumo de gas en la nota del portal que hoy es el último día.
Consigo llegar al portal y cómo no, es tan pronto que todavía es de noche en la calle.
A contraluz no veo dónde debo escribir mi consumo así que me remango la falda y me calo entre las rodillas lo que llevo en las manos -que no salga nadie en este momento por favor-, pongo el libro que estoy leyendo estos días detrás del papel y escribo lo mejor que veo en la penumbra.
Salgo a la calle y veo que hay un poco más de gente de camino a sus obligaciones y es que yo suelo salir más pronto. Aunque solo sean diez minutos más pronto la verdad es que no hay un alma por la calle. Casi podría volver de farra y parecería lógico.
Al menos hoy en el metro todo funciona correctamente a pesar de los primeros espantosos 3 minutos de espera anunciados en el andén, que a las 7:10 de la mañana es una barbaridad.