¿Quién no recuerda a Robert Redford apuestamente vestido de Coronel Tapioca, seduciendo y encandilando con su planta y garbo a una Meryl Streep soberbia (soberbios los dos), de aire entre cándido y despistado tan apropiado para un personaje como el de ella?
Pues nada que ver con el libro original. Oí hace poco hablar de la película y me entraron ganas de volver a verla. Todavía no lo he hecho pero busqué el libro y empecé a leerlo.
"Yo tenía una granja en África, al pie de la colinas Ngong..." son las primera palabras y a partir de ahí empiezas a sumergirte en un mundo distinto, un libro distinto al que me esperaba.
He de decir que al principio la lectura se me hizo lenta y a veces el ánimo no está para esos ritmos así que dejé en suspenso la historia y me dediqué a regalarme la oreja con el mp3.
Pero no me gusta dejar un libro a medias.
Creo que en mi vida he dejado a medias una decena de libros: El padrino, de Mario Puzo (prometo que lo he intentado varias veces y siempre lo dejo en el mismo punto); La Caverna, de Saramago (un libro sin capítulos es como un calendario sin meses, no sabes en qué momento estás); Mundodisco, de Terry Pratchett (no pasé del primero; sí, lo sé, aquí es cuando me matan: es buenísimo, divertidísimo, ingeniosísimo y yo no le quito ningún "ísimo" pero me aburre muchísimo, no de bostezar y eso, si no de empezar a pensar en poner la lavadora cuando llegue a casa, calcular si hoy por fin me dará tiempo a hacer yoga, o en darle cuerpo a la próxima entrada que voy a subir). Me dejo en la memoria otros pero no los recuerdo, quizás porque son como pequeñas manchas en mi expediente lector...
Retomé Memorias de África y poco a poco fui apartando de mi mente la ropa tendida, las posturas imposibles y las palabras desordenadas y me dejé seducir por el relato.
La protagonista, la baronesa Blixen-Finecke, habla de sus vivencias en el continente africano. Danesa de origen se ha trasladado allí junto con su marido, del que poco se sabe durante toda la historia, y han montado una granja cuya principal finalidad es ser plantación de café.
A lo largo de sus años de estancia allí nos describe cómo son las diferentes tribus, sus costumbres, el choque cultural entre ella que es nórdica y la forma de vivir y pensar de los masai, los kikuyu, los somalíes...
La historia nos cuenta las visicitudes con las que se encuentra la autora en su quehacer diario, en medio de una población que es colonia británica, y desde la posición acomodada de baronesa aunque en su caso no es sinónimo de ociosa.
Es una mujer muy humana y atípica, divertida, de mente abierta, reflexiva y generosa la que nos va introduciendo en el país como una perfecta anfitriona, atenta a los detalles, haciendo que nos sintamos cómodos, relajados y comprendamos muy bien el cariño y la nostalgia que se traslucen en su discurso.
Tal es el entusiasmo y el cariño que transmite que antes de finalizar el libro sientes que has estado allí, que has vivido con ella esas experiencias y que llevas un poquito de África en el corazón. Es una historia llena de sensibilidad, de ternura y sencillez, donde en más de un pasaje he tenido que contener las lágrimas de pura emoción.

Hasta la mitad del libro yo buscaba esa historia de amor arrebatadora y apasionada que me trastornaría y me haría perder el juicio por la desesperación del lector/espectador (los que habéis visto la película más o menos me entenderéis) pero lo que encontré fue una historia sencilla, sobre gente sencilla y sobre acontecimientos sencillos que me ha enamorado totalmente pero de una forma tranquila y serena, como una conquista lograda poquito a poco, sin darte cuenta, sin aspavientos.
La historia de amor está esbozada, pero tan sutilmente que casi pasa desapercibida y he tenido que leer información adicional sobre el libro para ver la conexión.
La película está inspirada en varios libros y entre ellos, dos son de la autora y protagonista, Karen Blixen. Es fácil reconocer qué elementos han sido escogidos de éste para la película, incluso el personaje que interpreta Robert Redford, y no me extraña en absoluto que los hayan aprovechado.
Tengo un recuerdo ligado a esta película desde hace muchos años (cuando termine la entrada voy a ser la abuela de Matusalén). En uno de mis muchos viajes a Orense me fui una vez en tren, sola, en horario nocturno. Me apetecía vivir la experiencia (con el tiempo tengo claro que lo mejor de la vida es experimentar las cosas, es la constatación de que estás viv@).
Iba en asiento, no en litera, y no por nada creo que no volví a hacer semejante viaje nunca más.
El caso es que conocí a una chica más o menos de mi edad, unos años mayor, que iba escuchando la banda sonora de la película. Se la ponía una y otra vez toda la noche y me contó que había tenido una relación con su jefe y que su jefe la había dejado y que no podía dejar de escuchar la banda sonora. Por lo poco que me contó deduje que su jefe debía de ser mayor que ella y que estaba casado, o simplemente recurrí en mi mente al tópico pero había algo contenido en la forma en que ella lo contaba que era del modo en que uno no cuenta algo que se sabe que no suena bien.
Fue una situación extraña pues ella deseaba desahogarse y a la vez tampoco quería entrar en detalles, yo era una desconocida; por lo mismo yo tampoco insistí y la dejé contar lo que quisiera pero se veía que lo estaba pasando mal y me daba pena. Había algo de entrañable en que se pusiera la música de la película una y otra vez, como si quisiera retener en su memoria una existencia que había perdido y no volvería a recuperar. Como en el libro.