16.6.14

De embarazos y otras reflexiones

Un embarazo te cambia la vida. Sí, ya sé que un hijo te la cambia más pero nadie cuenta nunca que el embarazo también. Y es lógico, en cierto modo es una especie de entrenamiento. A mí me la ha cambiado bastante porque yo, siendo como soy un poco ardilla, acostumbrada a estar metida en varios sopicaldos me veo obligada a reducir el ritmo si no quiero acabar arrastrándome a cuatro patas y con la lengua fuera. 
Porque afortunadamente no he tenido náuseas, ni molestias típicas severas pero sí he pasado un frío extremo en invierno y aún padezco un cansancio nada desdeñable que debo tener vigilado de reojo y que sospecho no mejorará con el calor del verano. He aprendido a dosificar las fuerzas porque cuando menos me lo espero se me acaban las baterías y da igual dónde esté ni lo que esté haciendo que tengo que tomarme un respiro. 
Tanto es así, que cumplidas las obligaciones principales del día cuando me queda un rato libre me siento incapaz incluso de hacer aquellas cosas que más me motivan. Llevo sin escribir aquí la friolera de ¡3 meses! y lo que me parece peor, sin leer apenas lo que escriben aquell@s que siguen haciéndolo. Es como si al cansancio físico le acompañara una especie de semi letargo mental que impide concentrarse en muchas cosas más allá de lo más inmediato de cada día y lo que espera al final del embarazo. 

También hay que decir que entre controles médicos, clases de preparación a la maternidad, ir pensando y comprando aquello que le va a hacer falta al pequeñín, sacar tiempo para reestructurar el espacio, y de vez en cuando ser víctima del pánico no queda mucho tiempo para otra cosa que no sea tomarse un respiro. 
Sí, he dicho pánico. Un embarazo y la llegada de un nuevo miembro a la familia es motivo de alegría pero admitámoslo hay dos momentos cumbres que planean sobre tu cabeza: el parto...y todo lo que vendrá después. 
Esto es una carrera de incertidumbres, en cada momento te preocupan unas cosas y cuando vas superando las primeras aparecen las siguientes y al menos, hasta el momento en que el bebé salga al exterior, la preocupación clave es que todo salga bien, que el bebé esté sano y si es posible que no haya sufrimiento excesivo tampoco para ti. 
La segunda parte es hacerse con la nueva situación, conocer al bebé, aprender a reconocer sus necesidades porque en realidad te preparas para el embarazo, para el parto pero un bebé es como un sofisticado artefacto del que no tienes manual de instrucciones. Y a partir de ahí la cosa no termina nunca, porque a medida que crezca tendrás nuevas incertidumbres, nuevas preocupaciones...Hay momentos en los que te preguntas en qué estabas pensando cuando decidiste ser madre. Aaaah, la naturaleza es sabia y busca la perpetuación de la especie y transgrede toda lógica, sobre todo la lógica de una sociedad tan racionalizada y tecnologizada como la nuestra. 

No todo son pegas. Impagables son los momentos que compartimos el padre y yo cada vez que nos dedicamos a comprar lo que necesitará; esos momentos hacen que adquiera realidad, la ilusión que vivimos es especial y aún sin ver al bebé se nos pone cara de bobillos.

Pero eso no quita para que desde mi punto de vista haya una imagen idealizada del embarazo y la maternidad, donde aparecen barrigas felices y orondas, mujeres sonrientes y autocomplacidas cogiéndose el barrigote como si confiaran en quedarse eternamente en ese estado físico de redondez. 

A mí llamadme mujer desnaturalizada pero yo lo que quiero es que llegue el momento en que ya esté fuera, verle sano, tocarle, quedarme embobada mirándole durante horas porque creo que eso es lo que me pasará; a ser posible pasados unos días de la nueva convivencia. 
Y sí, dicen que hay que disfrutarlo, que el embarazo hay que vivirlo, que luego lo echas de menos y en mi caso espero que mucho porque no pretendo tener más hijos, a priori (que la naturaleza es muy sabia y retorcida y luego nunca se sabe) pero quiero recuperar mi cuerpo, mi nivel del actividad (lo sé, esto lo recuperaré con creces y de formas aún desconocidas por mi), mi capacidad para subir las escaleras de un segundo piso sin que parezca que he subido un decimoquinto, abrocharme las sandalias sin tener que probar diferentes ángulos con las piernas, no volverme loca si como fuera de casa haciéndome múltiples combinaciones mentales con la carta, pensando si esto lleva huevo poco hecho o crudo, descartar las ensaladas, el queso sin pasteurizar, comerme la carne demasiado cocinada que ya no sabe ni a carne, no poder tomarme una copilla de vino esporádicamente en las comidas, y por voluntad propia desechar las bebidas con gas (por los ardores después), las muy azucaradas, advertir más que nunca que el café sea descafeinado... 

De lo de dormir del tirón nos vamos olvidando mejor, ¿no?. Yo llevo años sin dormir del tirón pero ahora me despierto aún más veces y mi matrona dice que me sirve de entrenamiento pero pienso que estaría bien que el sueño me diera una tregua, al menos para coger fuerzas para después. 
Quiero volver a hacer deporte, del que me cansa de verdad, el que agota mis energías físicas y mentales y aunque no lo practicaba de forma intensiva a mí me tenía contenta. No soy muy exigente, un par de ratillos a la semana. Quiero dejar de estar a merced de las hormonas y sí, todavía me queda bastante aunque por otro lado tengo ese consuelo: si algo no me cuadra siempre puedo decir que son las hormonas. 

Hablando de la matrona, bendita ella, que no he empezado y ya me estoy cansando de los consejos de los demás, pero por inútiles que son muchos. En algunos hay buena intención y esos pasan a ser aceptados y ya se les verá la utilidad pero los que te dan poniéndote en lo peor....Aiiiis, que soy primeriza pero no tengo 15 años, que no hace falta que me lo pongan de lo peor que muchos lo dicen con la boca pequeña, que si la gente contara de verdad lo que se calla y dejara de inflar lo que cuenta el mundo estaría algo más equilibrado. Tengo un compañero que me dice que hacia el final del embarazo me dará el síndrome del "nido vacío". Yo le digo que no, el del nido a secas, que para el del nido vacío me quedan 20 años como mínimo y a saber si no más tal y como está la cosa. Pero da igual. Él insiste. Que me salte las recomendaciones alimenticias, que los antojos tengo que disfrutarlos. Sí pero para eso hay que tenerlos que no tengo más que lo que yo llamo apetencias pero puedo estar sin ellas perfectamente. 

Al menos la matrona me cuenta cosas objetivas y prácticas y no superchería popular, que yo entiendo que la experiencia es un plus pero no deja de ser tu experiencia con tu hijo, que no hay dos iguales. Y si fueran consejos concretos aunque particulares aún se puede hacer algo con ellos pero para concluir que me vaya preparando con lo que se me viene encima... Eso no me sirve para reconocer el hambre, el dolor, el sueño o los gases en el llanto de un bebé, por decir algo. 
Tampoco me sirve de nada que otro compañero me cuente que todo lo arregla con sus niños pequeños a base de paracetamoles. Mucho menos para decirme que yo me atiborre de ellos porque tengo faringitis, he venido en el otro turno a sustituir a una compañera que se ha puesto mala y me lo dice porque está impaciente porque le termine un listado de llamadas que no voy a hacer esa tarde porque me duele la garganta horrores, me estoy quedando sin voz y tengo que evitar a toda costa que me suba la fiebre a 39 si no quiero irme de urgencias porque a esa temperatura puede haber problemas para el bebé.

Llevo 3 meses sin escribir y parece que vaya escribir en una entrada lo de tres meses. Pero tranquilidad, no quiero pasarme el día hablando de lo mismo una y otra vez. Hoy necesitaba contarlo y bueno, si no, siempre puedo decir que son las hormonas :-)