27.2.13

Tiempo a la carta

[reloj]
Seguramente más de una vez habéis tenido la sensación de que en el día os faltan horas para hacer cosas. Y en otras ocasiones hubierais deseado que el tiempo pasase rápido, ¿verdad?

Pues pensando en que llevo varios días -semanas- durmiendo poco y mal me he acordado de que esta mañana he tenido un pensamiento de esos que prefiero no tener. Un pensamiento resignado de los de "acabo de levantarme y estoy deseando que llegue el momento de terminar la jornada. Ya solo tengo que esperar a que pasen las horas de trabajo y cuando quiera darme cuenta,¡ zas! ¡estoy en casa!"

Como podéis ver es un pensamiento resignado pero optimista porque eso de que "cuando quiera darme cuenta estoy en casa" nada de nada. Cuando quiera darme cuenta ya me estoy dando cuenta de que el tiempo no pasa ni persiguiéndolo. 

A colación de todas estas miserias ¡que útil sería para hacernos seres más simpáticos y sociables poder mover el tiempo a voluntad!. 
Estaría fantástico eso de decir: "A veeeer....me quedan cuatro horas de trabajo aburrido, voy a hacerlo deprisa y a la vez que yo me esfuerzo un pelín el tiempo pasa rápido" Pero rápido de verdad, y programable. Que ya se sabe que cuando tienes mucho trabajo el tiempo vuela pero no tanto.
Y que cuando necesites terminar una tarea que te ha exigido concentración y con fastidio vas a tener que dejar inacabada hasta vaya usted a saber cuándo poder alargar el tiempo, programar el reloj y hacer que esos veinte minutos escurridizos se estiren lo suficiente para dar los últimos toques. 

Si alguien sabe de algún invento que consiga hacer esto que me escriba y si no mientras tanto que me recete algún truco para dormir del tirón y mejor si son siete horas diarias. 
...O si no mejor directamente que me pase el invento y ya me encargo yo de programarme el sueño ;)

(Entre la falta de inspiración que tengo últimamente y ponerme a escribir en estas condiciones me voy a prohibir a mi misma acercarme al blog)

7.2.13

Devorador@s de historias ~ Christine

Christine es un libro que estaba en casa, bien guardadito en un mueble y reorganizando el espacio salió de su confinamiento a la luz.
Lo vi y recordando la recomendación de Ángeles lo aparté para ponerlo en la cola de lectura.
La historia, respetando el deseo de descubrirla para aquellos que aún no la hayan leído, se centra en la vida, a finales de los 70, de dos adolescentes amigos que también comparten trabajo ocasional y tienen puestas sus miras en su próximo ingreso en la universidad. Hasta aquí todo normal pero en realidad no se tarda en averiguar que de normal hay pocas cosas en lo que se va a leer. 

Uno de los amigos, Arnie, es el típico chico nada agraciado, en el peor momento físico de la adolescencia, tímido e inseguro sobre el que recaen todas las burlas y pésimas ocurrencias de colegas de instituto con instintos poco civilizados.
Que sea tímido e inseguro encaja más aún al descubrir que es hijo único de dos padres absorbentes y controladores, en especial la madre, que han hecho muy bien la tarea de anular la voluntad y personalidad del chico para dirigirle a su antojo.
Su compañero, Dennis, es el único amigo verdadero que tiene, el que ve cualidades positivas en Arnie y trata de defenderle y ayudarle a salir adelante. 
Pero un día se cruzan con un coche a la venta estacionado en la propiedad privada de un ex militar y a partir de ahí todo cambia a peor. Es un coche que sería más apropiado encontrar esperando el desguace pero por el que Arnie siente una atracción tan intensa que decide comprarlo poniendo desde ese momento en juego muchas cosas de su hasta ahora predecible futuro.

Algo es distinto en el coche, algo empieza a cambiar en Arnie y sucesos inexplicables empiezan a suceder alrededor de ambos. 

Ya desde mi opinión personal diré que como siempre King a veces alarga hasta el extremo de rozar el aburrimiento momentos puntuales del libro, especialmente al principio. Entiendo que pretende crear un contraste en el ritmo para los acontecimientos que se irán sucediendo después y que puede ser intencionadamente (o no, es una suposición mía) una buena forma de crear un efecto "aceleración" acorde con el protagonista principal de la historia que es el coche. Pero a mí a veces me distrae.

Sin embargo considero muy positivo el trabajo hecho con respecto al narrador, siendo contada la historia desde la voz de uno u otro personaje pero de una forma tan hábil que te das cuenta después. Es como si fueras un testigo mudo e invisible que va acompañando a todos los personajes que tienen voz narrativa.
Notoria es la "banda sonora" que acompaña a la historia.

La parte más intensa sucede en los días de navidad que es cuando precisamente yo estaba leyéndola y no sé si el espíritu del libro me contagió pero paralelamente (oh! microcasualidades!) sucedieron acontecimientos en mi vida que me hicieron pensar con alivio en que no tenía semejante artilugio en mi poder porque algunas personas podrían haber sido objetivo de un coche como éste capaz de tomar sus propias decisiones. Son esas cosas que piensas en un mal momento y que luego afortunadamente olvidas. 

El final responde a la lógica interna de la historia y a mí me resultó especialmente grato porque me pareció aún más verosímil. Le daba a la historia frescura, me hizo imaginar a Stephen King escribiendo un gran relato de taller de escritura. Por supuesto intuyo que hay un gran trabajo detrás y por todo ello me ha parecido una libro tan recomendable.:)
Fue llevada a la gran pantalla en 1983 de la mano de John Carpenter.


4.2.13

Utopías [Las vidas que no he vivido] ~ Encuentro en París

Me bajo en la estación del TGV y mi pequeña maleta de ruedas repiquetea en el andén  recortando suavemente la luz que lo inunda mientras consulto mi smartphone para chequear las últimas notificaciones recibidas. Al mismo tiempo intento localizar un plano para ver qué salida de la estación es la que me interesa utilizar. Voy bien de tiempo pero estoy nerviosa. Es la primera vez que viajo fuera de España porque alguien se ha interesado por mi trabajo. 

Aún recuerdo los años de incertidumbre...Bueno, la incertidumbre y yo nos hemos hecho inseparables, parece que es irremediable que me acompañe así que ya me voy acostumbrando a ella. Pero recuerdo los años de tener la sensación de trabajar y trabajar para nada, de intentar hacer algo con aquellas ideas locas y que nada pareciera cuajar. 
Hasta que sin ser consciente de ello el trabajo empezó a crecer y a crecer por sí solo, los pedidos a aumentar y las horas de sueño fueron sustituidas por horas de luz artificial, aguja, telas, hilos, dibujos, diseños, fotos, sonrisas quebradizas producto del cansancio, mucho tesón y mucha ilusión. 
Lo que más me asombra es la naturalidad con la que asumí la nueva situación. Quizás es que lo deseé tanto que me pareció lo lógico y en seguida me hice cargo de la nueva presión, de los desajustes de horario y de observar mis emociones desde el cristal de la lógica, que las mantiene a raya al otro lado. Creo que aún no he tenido tiempo para reaccionar ni para pensarlo en su magnitud pero quizás también sea por miedo a que la ensoñación se esfume.

Ésa parece la salida....Ah, sí, veo una parada de taxis. Es agradable escuchar la melodía del idioma francés alrededor. Es como una suave banda sonora de la ciudad que me empuja a flotar con ella. ¡No se nota que me gusta París!

Me desprendo con cierta reticencia de mi maleta para que el conductor la meta en el maletero. Ahí va una gran muestra de mi trabajo y parte importante de lo que se decidirá en las próximas horas. Ya dentro del automóvil le doy la dirección al taxista y me acomodo en el asiento arrebujándome en mi abrigo de paño rosa palo mientras miro sin ver mis tacones de charol negro. 
Intento no pensar en nada, la reunión es inminente. Mi dominio de la lengua francesa no es tan grande pero debo estar tranquila, hemos hablado por teléfono, ya se habrán hecho una idea de que nos podemos entender sin que sea capaz de recitarles La Chanson de Roland. He recorrido un largo camino hasta aquí y esto, pase lo que pase no será un final, será un cambio de rumbo. 

Respiro hondo y me concentro en mirar por la ventanilla, impregnándome de la luz única de la ciudad gala. Intento apropiarme de esa combinación tan saludable que se vive aquí de quitar dramatismo a las cosas serias y a la vez de responsabilidad mientras el taxi devora los kilómetros que me conducen a una etapa que antes no era ni capaz de imaginar. 

Me doy cuenta de que aferro mi móvil con fuerza y una liviana sonrisa se dibuja en mi rostro.