30.11.10

Tomas falsas

Hacer una consulta por correo electrónico a tu programa de radio favorito sobre un autor que te interesa y que la respuesta constituya precisamente el gazapo que habían metido en el programa y que tenías que adivinar como falso.

Poner a cargar unas pilas recargables que llevan un montón de tiempo vacías y que son las que no caben en tu ratón inalámbrico (de ordenador). Todas las demás están descargadas y precisamente has elegido ésas las primeras. Tu ratón ha dejado de funcionar 20 minutos después.

Intentar cargar unas pilas alcalinas no recargables. Durante toda la noche.

Prepararte un té cuando querías un café.

Dar una información incorrecta y descubrirlo justo cuando la persona vuelve a preguntar extrañada pero todavía no ha abierto la boca.

Tirar todo lo que tocas (La reina Tiras, me van a llamar)

Echarle a tus gatos las dosis cambiadas del producto antiparásitos, después de que te hayan advertido que compruebes los tamaños.

Saludar a alguien y en mitad de la charla trivial lanzar sus gafas por los aires.


Dejar unos sobres en la mesa de un compañero y que el primero se deslice y casi termine en su cabeza.



Quizás debería relajarme...

[Fotograma de Tiempos Modernos]


24.11.10

Denis Zilber

Las personas que visitan este blog seguramente ya saben que me gusta el mundo de la ilustración. Por ello hoy le toca protagonizar la entrada a

Denis Zilber

No he conseguido encontrar información consistente sobre este autor, aún no sé si es ruso afincado en Israel o israelí, por ejemplo. No es que importe mucho a la hora de disfrutar de sus trabajos pero me gusta ponerle contexto a las personas, es más estimulante.
En cuanto a sus trabajos, éstos hablan por sí solos.

Os dejo algunas muestras. Me ha costado bastante ser selectiva porque prácticamente todo me parecía poco para incluirlo pero a fin de cuentas él ya tiene su web y su blog para que podáis regodearos con sus ilustraciones.






23.11.10

La magia existe y los magos vienen de Argentina

[foto procedente de aquí]
Como no me gusta hacerme la interesante y con motivo de una conversación de ayer con una amiga como pocas, hoy trataré de contar una de las últimas experiencias con el mundo del espectáculo ambulante. Digo que trataré porque quien participó más fue Pelotillo.

Era un viernes por la tarde, caminábamos por el centro de Madrid y había un grupo de gente alrededor de un individuo que hacía algo. A Pelotillo le encantan estos espectáculos así que nos paramos un momento. Descubrimos a un argentino alto, sin camisa, con una tela atada a la cabeza (¿la camisa?), de verborrea abundante y enérgica que se movía de la misma forma que hablaba.

Nos habíamos unido al espectáculo ya empezado pero después de haber visto a este hombre actuar, de verdad de verdad que los magos existen. 
Algunos números tenían respuesta en las leyes de la física, pero había que ejecutarlos muy bien, con mucha precisión. Eran los menos. De todos modos yo no habría desentrañado el truco. El resto era...un don.
Conseguía hacer desaparecer aquello que segundos antes tenías delante de la vista o al contrario, aparecía no se sabía de dónde lo que antes no estaba y hago hincapié en que no llevaba mangas (no llevaba camisa) ni se llevaba la mano al bolsillo ni detrás de la oreja. Convirtió un folleto hecho trocitos en billetes de 10, 20 y 50 euros (todo un chollo tener a este hombre en la familia!). Era increíble.

Nuestra participación vendría después.
Era un tipo -el ilusionista, aunque no sea correcto el término pero mago se queda corto- de discurso crudo, que reclamaba su dinero de vez en cuando y reprobaba a la gente que no le daba nada y se iba disimulando, sin una sonrisa ni un "yo no puedo pagar más" o alguna palabras de reconocimiento. Para mí que en realidad se estaba aprovechando para despotricar a gusto pero claro, como era tan bueno, allí no protestaba nadie.

Como buen argentino filosofaba, de modo crítico y amargo en su caso, pero conseguía hacer valer su espectáculo. A juzgar por el dinero que llegó a reunir decidí que realmente este hombre vivía mucho mejor que cualquiera de los que allí le mirábamos aunque el recurso de la calle no se considere como vivir bien.

Pidió cigarros a la concurrencia y me pidió prestada a mí la chaqueta. Es una chaqueta de color crudo, impermeable, con otra chaqueta de forro polar dentro y la llevaba en los brazos porque no hacía frío. El número consistía en encender tres o cuatro cigarros e ir metiéndolos en un hueco que hacía en la parte de la espalda de la chaqueta, con su mano. Yo no dejaba de pensar en el hueco negro que probablemente quedaría después de la quemadura de los cigarros si algo no salía bien...!

Empezó a encender un cigarro con otro y a meterlos en el espacio tan limitado que había allí dentro de su mano (y de mi chaqueta!).Terminó de introducirlos todos y cuando abrió la chaqueta ¡no había cigarros! Pero lo que es mejor, no había una mota de ceniza en ella. Nada. 0 absoluto.
Yo esperaba encontrármela manchada, algún rastro, pero estaba impecable. La sensación fue como si lo que hubiéramos visto antes hubiera sido una ensoñación y nunca hubiera existido porque no encontramos ninguna explicación, por remota que fuera, para el truco.

Por si todo esto no hubiera sido suficiente le enseñó las manos desnudas a Pelotillo, las chocaron y después aparecieron los cigarros enteros. ¿Pero de dónde se los había sacado? ¿Tenía un cargador de cigarros en la boca y los había escupido? ¡Pero si no se los había tragado! Los había encendido y metido con la mano en el hueco...

El número final fue demasiado para mis ojos sobre todo por la cercanía, que a lo mejor visto a través del televisor es más lejano pero allí en vivo y en directo...Y encima con la colaboración de Pelotillo..., demasiado para mis nervios.
Nos mostró un taladrador que probó contra el suelo. Taladrar no taladraba mucho pero la broca tenía sus buenos 10 centimetros de largo y las rotaciones las hacía a la velocidad habitual. Le pidió a Pelotillo que hiciera de su ayudante. La verdad es que no me extraña, con lo entusiasmado que estaba y la fuerza que tiene eligió bien. Le dio las indicaciones adecuadas para que Pelotillo sujetara el taladro sin moverlo y así el ilusionista abroncador se introdujera la broca por la nariz, en movimiento, claro.

Después de volver a apelar a las conciencias allí presentes y reclamar sus ganancias ya que se estaba jugando la vida para que otros miráramos (lo que no estaba exento de razón; qué morboso es el ser humano!) hizo el número.
Afortunadamente yo solo veía de frente a Pelotillo y al ilusionista le veía de espaldas pero por la fuerza que estaba haciendo Pelotillo y los movimientos debió de ser impresionante.

Todo salió bien y el espectáculo terminó. Nos despedimos de él y fuimos caminando calle abajo con los ojos haciéndonos chiribitas de la impresión.


[Ilustración de Wilmer Murillo, extraída de aquí]

19.11.10

Confusiones


Los viajes en el metro no tienen desperdicio. Otras veces son anodinos y repetitivos.
Pero cuando pasan cosas son una fuente segura de anécdotas y situaciones curiosas. Probablemente no son las anécdotas que una iría contando por ahí como si fueran lo más de lo más pero sí me permiten escribir en el blog y claro, como este blog es mío, pues yo cuento lo que quiero...Bueeeno, acepto escuchar todas las protestas y tribulaciones que carguéis sobre mis hombros...

Autoritarismos de mentirijillas a parte, ayer fui testigo de un par de situaciones llamativas en el mismo trayecto que me hicieron pensar en escribirlas.

Todo empezó cuando me subí al vagón de la segunda parte del recorrido que debo hacer para llegar a casa. A veces me da pereza estar sentada y voy de pie así que me arrimé a un lateral de una de las puertas que no se abren en ese trayecto, dejando a mi izquierda una fila de asientos intermitentemente ocupados.

A mi derecha, apoyado en las barras de sujección de la otra fila de asientos (como si los dos fuéramos dos sujetalibros de la puerta que no se abre) había un chico alto, joven (¿más que yo?...¡náaaa, imposible!), supuse que arropado por los abrazos de la metrosexualidad ya que llevaba las cejas depiladas, con ese efecto de demasiado perfectas que en los chicos no queda bien.

Había una chica muuucho más jovencita que este muchacho al otro lado de su fila de asientos (no mucho más joven que yo, ¡eh!) que estaba también de pie y parecía hablar sola porque lo hacía con otra chica que estaba sentada en frente suyo, en el suelo y no se la veía desde mi posición.

Las dos susodichas, después de un par de estaciones, pudieron sentarse juntas en los asientos y eran guapas, con aspecto de rebeldes aunque una más que la otra. Nuestro apuesto acompañante (la otra parte del sujetalibros) también debió senirse interesado o atraído por las chicas y de vez en cuando echaba alguna miradita disimulada.

Lo divertido empezó cuando las dos chicas se cogieron la mano discretamente primero, y después ya las asieron firmemente. Las miradas del chico cambiaron y creo que quedó algo decepcionado porque ya no estaban en su ámbito de conquista (Esto es una interpretación mía y puedo estar equivocada pero creo que un chico homosexual no robaría miradas a dos chicas que son pareja; no de esa forma). Sus dudas se disiparon por completo cuando se dieron un beso.

La verdad es que a mi me daba casi la risa, especialmente cuando el chico se giró y pareció valorarme en términos de: "bueno, todavía quedan chicas heterosexuales, ¿¿no??" como confirmando que para él no todo estaba perdido.

Por otra parte le comprendo con matices. La igualdad se va produciendo en bastantes esferas pero todavía no estamos tan acostumbrados a verlo. Es inevitable que si las parejas homosexuales han estado escondiéndose por la censura social y otras presiones, a los heterosexuales nos provoque una mínima curiosidad (que no morbo) una situación así ya que tampoco hemos tenido la oportunidad de que se normalice.

Quizás solo sea mi caso (aunque no es porque no esté familiarizada con el tema); probablemente gente que sale mucho con parejas homosexuales en ambientes donde lo atípico es ser heterosexual tiene más que superada la novedad.

A lo que voy es que creo que todavía falta que la normalidad llegue a la calle y a las mentes de las personas; creo que a veces solo nos llega la información y no la experiencia y no pasa más allá de que ahí fuera se da legalidad a tal cosa o se produce una celebración multitudinaria donde parece que lo que interesa es el morbo y lo que se sale de lo cotidiano (lo que tiene de contraproducente es que a veces sirve para reafirmar prejuicios en mentes cerradas).

La otra situación atípica es que entraron un hombre y una chica jovencita con un carro de la compra donde ¡sorpresa! llevaban un órgano musical y se pusieron a mi lado. Debo de tener algo con los músicos/artistas ambulantes porque últimamente me veo implicada más de lo que quisiera...pero estas son otras historias.

El hombre explicó educadamente que era profesor de música pero que se había quedado sin trabajo al cerrar la academia en la que prestaba sus servicios. Tocó un tema y luego explicó que le acompañaba su hija y que iba ella a tocar el siguiente.

A mi lo que se me plantea es qué significa la situación: ¿tienen tanta necesidad económica que está adiestrando a su hija y mejor que vaya con él que la puede cuidar, que sola? ¿es la hija la que decide que quiere ir porque le gusta vivir así? ¿está la chica adquiriendo tablas porque es una forma de acostumbrarse a tocar en público pero no va a dedicarse a esta forma de vida?

Consciente de que estoy tan mediatizada como cualquiera y de algún modo internamente reprobando -lo reconozco- que esa sea una forma de vivir aconsejable para enseñar a tu hij@ (aunque a lo mejor compensa, quizás debiera planteármelo) no conseguí encontrar respuestas.

Como siempre me faltan datos y me llama la atención que en una sociedad con tanta información, casi hasta la saturación, la mayor parte de los dilemas que se nos presentan no puedan ser solucionados de forma ecuánime porque siempre nos faltan datos y al final todo se reduce a opinión.

Quizá estamos cambiando y en vez de sociedad de la información nos estemos convirtiendo en sociedad de la opinión, lo que a juzgar por el éxito de cierto periodismo escrito y televisado, no suena tan descabellado.


17.11.10

La lluvia no tiene el mismo sonido

Desde nuestras vacaciones en París este verano me he dado cuenta de que mi relación con la lluvia es distinta. Por supuesto no es nada agradable que madrugues para ir al trabajo y de repente necesites convertirte en pulpo para manejar el bolso, el paraguas, el abrigo que debes quitarte al entrar al metro si no quieres fenecer por un subidón de temperatura, la bufanda, los guantes y el gorro/sombrero si el día es muy frío, por el mismo motivo que el abrigo.

En mi caso la lluvia implica que el pelo se me riza más y esto no es un problema en sí salvo por la parte que concierne a que no siempre lo puedo dominar como quiero y necesito entonces emplear más del escaso tiempo de que dispongo por la mañana. 
La ventaja es que llevo un detector de lluvia conmigo a todas partes hasta tal punto que cuando me levanto y veo los rizos rabiosos por toda mi cabeza ya sé que va a llover aunque no lo hayan anunciado antes.

En París, como estábamos de vacaciones, asumimos la lluvia con resignación, al principio. Era un fastidio menor ir con el chubasquero a todas partes, entrar al metro y quitarte el chubasquero, salir del metro y ponerte el chubasquero, entrar al Arco de Triunfo y quitar, salir y poner, gestos que iban siempre acompañados de la mochila, cámara de fotos y más. Pero como no había horarios no había prisas y no había agobios.

Los últimos días de las vacaciones, aquellos en que ya rendidos teníamos que volver al hotel a las 7 de la tarde a desplomarnos sobre las camas de puro agotamiento de caminar y caminar fueron días de bastante sol.
Y oh! sorprendentemente aquello sí que nos fastidió.
París es espectacular, una ciudad que me ha enamorao hasta las trancas y gran parte de su encanto es su luz tamizada por las nubes y la lluvia. A pleno sol está bien, es bonita, sigue siendo un lugar donde me gustaría pasar una larga temporada pero pierde gran parte del romanticismo.

Esta mañana al salir de casa pertrechada con mi paraguas, prevenida por la información meteorológica, he visto brillar las aceras a través de los cristales del portal y me he sentido extrañamente a gusto.
Después en la calle, caminando acompañada por el golpeteo de las gotas sobre el paraguas me he sentido feliz y era por la lluvia.

Mil imágenes han acudido a mi cabeza: los interminables Jardines de Versalles, la domaine de María Antonieta tan de película, las calles de los barrios menos finos abarrotadas de turistas y de la gente de allí, las Galerías Lafayette con todo su lujo y esas vidrieras fantásticas que no deben envidiar nada a ninguna catedral, la comida en el parque bajo el paraguas alimentando a una gorriona descarada que probablemente estaba criando y no dudaba en hacer uso de todos sus recursos, el recorrido por la Avenida de los Campos Elíseos con la tripa revuelta, la sensación de que las piernas y los pies duelen pero siguen caminando hasta el punto de que si me hubieran obligado a tumbarme habrían seguido moviéndose...

Hasta ahora muchas veces la lluvia en Madrid era algo molesto pero ahora incluso la ciudad me parece mucho más bonita bañada por ella. La lluvia ahora suena mejor.

[foto cortesía de http://todonotebook.blogspot.com/2009/12/compradiccion_29.html y de http://store.artlebedev.com/apparel/accessories/heart-umbrella/]

11.11.10

Si quieres un crédito vete a un concesionario

Allá por septiembre ya había hablado de que Pelotillo y yo estábamos buscando piso desde hacía tiempo pero que al final los bancos, pobrecillos ellos con todo su dinero bien guardadito no vaya a ser que se lo quiten, nos habían cogido cariño en el barrio y no nos dejaron irnos de allí. 
Por ello pasamos al Plan R, de Reforma y consecuentemente empezamos por donde hay que empezar en estos casos: pedir presupuesto.

Con este tema prácticamente zanjado y solucionado a principios de noviembre el siguiente paso era volver a visitar a los bancos (si es que no aprendemos!) para que nos dieran un crédito, esta vez pequeñito -apenas un pellizquito de nada a las arcas del erario financiero- para la reforma y el coche, que también necesitamos cambiarlo.

Panhard-Levassor 1901. The Ward Bros. Collection
El coche podía esperar al año siguiente, incluso a mediadios. Estuvimos haciendo cálculos, combinaciones, permutaciones y formulaciones químicas con las cuotas y los meses y al final para dejar de hacernos tanto lío en pareja Pelotillo se acercó a un concesionario de la marca que ya había elegido a plantear un "y si..." y compartir sus dudas con un tercero a ver si aclaraba el embrollo. Sobre todo porque nos preocupaba que una vez hecha la reforma fuéramos dentro de medio año al concesionario y nos dijeran que no nos podían financiar el coche por estar pagando cuotas de un crédito anterior, aunque fueran pequeñas.

Una vez calculado el coche con las características indicadas por Pelotillo, éste planteó la gran incógnita anticipando una respuesta negativa.
Su sorpresa fue mayúscula cuando el señor que le atendía le ofreció ampliar la financiación para cubrir el importe necesario para la reforma.

Como la oferta era flor de un día, Pelotillo me llamó para contármelo y aunque sonaba realmente atípico aceptamos y firmó.

Aston Martin 1939
La respuesta de la Caja cuyo nombre no voy a concretar, también le llegó en esos días y resulta que para pedir un crédito para una reforma normalita y para un coche había que poner como aval dos viviendas. Prácticamente lo mismo que te piden para que te compres un piso. Al final nos iremos a vivir al coche! Lo que no me explico muy bien es ese afán que tienen los bancos/cajas en acumular posibles pisos endeudados que luego tendrán que vender. ¿Tan bien se venden? ¿O quizá es que si no tienes una gran fortuna lo más valioso que "tienes" (=tú lo pagas pero mientras es propiedad del banco) es la vivienda? Bueno, creo que con esta segunda pregunta la cuestión se responde sola. Sí.

La conclusión es que el mundo está cambiando. La crisis está dando soluciones alternativas mientras otros se devanan los sesos dando soluciones políticas que unos y otros exprimirán para sacarle su jugo de cara a las próximas elecciones, dándole sentidos distintos, buscando la parte favorable a sus intereses.
Se organizan costosas convenciones que yo sustituiría por videoconferencias que seguro que es más barato, pero la verdad es que tendremos que hacernos a la idea de que tenemos que cambiar nuestros planteamientos y para mí esta financiación atípica es la prueba de ello.

A día de hoy estamos esperando contentos que llegue el final de este año pues realmente va a ser "año nuevo, vida nueva". (Cuán distinto al de hace seis años!)

Automóvil tipo 1932 Ford Highboy Roadster

3.11.10

El misterio de las magdalenas


Os acordáis de S.A.C.C.O.? Pues este lunes volví a experimentar una situación así.
Nos fuimos a hacer una ruta-mini en un punto de la provincia de Toledo y paramos en un bar de un pueblecito a desayunar.
El bar era pequeñito, más tipo tasca para caña, vinito o café puntual que para desayunar o tapear a lo grande.
El hombre al frente del local era amable pero algo no funcionaba en la comunicación entre los dos lados de la barra, el del cliente y el del dueño.

Le preguntamos si tenía tostadas para acompañar las bebidas calientes y nos dijo que no. Hasta ahí todo bien. Nos dijo que solo nos podía ofrecer magdalenas y que si queríamos bollería mayor había una tienda "saliendo a la izquierda y cruzando la calle, que tiene de todo". Esto no llevó a unos segundos de reflexión que empleamos para concluir que sí, que vale a las magdalenas.

Por otra parte, algunos de los que íbamos también debíamos de tener perfil S.A.C.C.O. esa mañana porque parecía que tampoco hablábamos el mismo idioma entre nosotros. 
Creo que la nada útil pregunta "¿qué vas a tomar tú?" debió de circular un par de veces en el grupo sin rumbo fijo cuando llegó el momento de decirle al dueño del bar lo que queríamos tomar. Añadido el bullicio de fondo de los cinco parroquianos parecía aquello la torre de babel.

Por fin, poniendo el libro gordo de petete del liderazgo sobre la barra con un golpe seco conseguimos transmitirle nuestros deseos al dueño, al menos con respecto a los cafés. Pero llegó el momento más duro de la experiencia: ponernos de acuerdo en cuantas magdalenas íbamos a tomar.

Previamente a este punto tuvimos una conversación esclarecedora con el dueño que aportó información imprescindible para el consumidor sobre la situación de las magdalenas, que detallo a continuación:

-¿Cuántas magdalenas queréis?
-¿Cómo vienen las magdalenas? ¿Empaquetadas o sueltas?
-Sí, empaquetadas. -silencio.
-¿Y cuántas vienen en cada paquete? ¿Dos?
-No, una.

Me hubiera gustado preguntar si habían pasado el control de calidad y si las magdalenas se habían llevado algún premio a lo largo de su existencia en aquel bar pero esta conversación no era mía y no era cuestión de enfollonar más el tema.

-¿Cuántas queréis?
-Para mí dos.
-En total 6. -dije, yo. Mejor simplificando, que al final no salimos de aquí.

Cuando me senté a la mesa había 10 magdalenas.
Eso sí, costó todo baratísimo. Algo tenía que salir bien.