26.10.10

Compartir con "f"

El viernes pasado Pelotillo y yo volvimos en autobús a casa. En una de las paradas se subió un chico que generosamente decidió compartir los vídeos que tenía en el móvil con todos los pasajeros.
Precisamente fue un comentario similar el que le hice a Pelotillo y a partir de ahí se me ocurrió que a veces sería buena idea trasladar facebook a la vida real, y hacer una mezcolanza entre los Sims y la susodicha aplicación.

Sería muy útil en una situación como la descrita que el individuo llevase una opción que los demás pasajeros pudiéramos marcar como "no me gusta".

En el caso de que siguiera ignorándonos podríamos "comentar" lo que nos parece tener que apreciar sus gustos audiovisuales.

Probablemente esta persona seguiría tratando de hacer su viaje en autobús más ameno -y a todos los demás aunque no quisiéramos- con el móvil. Así que siempre podríamos crear un grupo y decir que "Yo también he tenido que soportar que un desconocid@ me obligue a aguantar su música en el transporte público".

Hasta podríamos escribirle cosas en su muro pero creo que en esta situación serían más bien provocaciones.

Desesperados, tod@s los pasajer@s acabaríamos haciéndonos solicitudes de amistad entre nosotros para organizar un evento en el que se silenciara definitivamente el volumen del dichoso aparato telefónico.

Ahora es cuando yo digo que no soy nada fan de facebook y claro, con todos los ejemplos que he utilizado nadie se lo creerá.

25.10.10

Sobreponiéndome a la rutina

Después del paréntesis del fin de semana llega la cruda realidad y tenemos que volver a nuestras rutinas otoñales: trabajar, estudiar u ocuparse de las tareas del hogar, por poner unos cuantos ejemplos...

El fin de semana nos ha revitalizado, animado, hemos descansado -más o menos- y hemos podido ser un poquito "nosotros", sin las directrices impuestas por terceros, con libertad para disfrutar, entrenernos, ocuparnos en lo que fuera pero a nuestro aire.

Últimamente voy consiguiendo eso de superar el "síndrome del domingo". Seguro que sabéis de qué hablo: todo es perfecto el viernes y queda por delante un laaaargo fin de semana; el sábado estamos disfrutando a tope...pero el domingo ¡plof! de repente algo se te viene abajo -concretamente el ánimo, anticipando la tiranía de la semana-.

Ya casi he logrado dos fines de semana seguidos sin caer en la semi-depresioncilla anticipatoria. De hecho, este fin de semana me he felicitado internamente a mí misma varias veces por los logros, animándome así a seguir obviando los grises presagios.

...Hasta que ves esto:




...Y entonces piensas en que esta rutina es la rutina que ellos tienen todos los días.


Tanto estressss por su parte me conmueve, ¡pobrecillo!

...Yo lo entiendo, la vida de gato casero bien cuidado y mimado es muy dura. Hay que tomársela con calma que luego se pasa mal. Taaaan mal...

Y por si no te hubiese bastado con ver a uno, se une la otra, para que no se te pase por alto nada:


¡Feliz lunes!

22.10.10

Las vidas que nos faltan por vivir

Últimamente me da por usar el mp3 cuando viajo en metro, transporte que utilizo todos los días, mínimo dos veces. La culpa la tienen los podcasts de La Rosa de los Vientos, a los que me he aficionado desde que tengo un casi reciente y un sin-casi flamante reproductor que los admite.

Al no llevar los ojos fijos puestos en un libro, que es una de mis otras grandes pasiones, me entretengo en observar.
No hay mucho que ver en el sentido de que todos los días vamos un número considerable de personas a nuestros destinos de estudio, trabajo u obligaciones en general -porque a esas horas nadie usa el metro para ir a divertirse- con mucho, con más o con menos sueño, y con expresiones distintas según sea el día de la semana y el runrún de nuestras vidas. De vez en cuando y en medio de tan gris escenario destaca algún individuo o individua por alguna razón pero son las menos.
Sin embargo ayer reflexioné sobre algo que me recordó lo limitados que vivimos en nuestro micro-mundo que nosotros mismos nos fabricamos: dormir-comer-beber-trabajar-divertirse-cuidar de la familia, etc.

Se subió al vagón un chico mayorcito que creo que debería rondar la treintena larga, con síndrome de down. No sé en qué grado. No sé siquiera si para ello existen grados y aquí adelanto parte de la reflexión.
Se aproximó para agarrarse a una de las barras de sujección del metro que estaba en el centro de los asientos (son como reposabrazos agigantados para que la gente que va de pie cuando el vagón está lleno no ruede a lo largo de todo el tren en las arrancadas y frenadas; los que viajáis en el Metro de Madrid sabréis a qué me refiero).

Y aquí empezaron los sutiles cambios. El chico miraba hacia su derecha y de repente se echó a reir de una forma abrupta.
La chica que estaba sentada enfrente de mi le miró y en su rostro ví recelo, el resto de pasajeros intentaban disimular su desconcierto como si nada hubiera pasado -un vagón de metro es el escenario improvisado donde cualquiera podría llevarse un oscar a la mejor interpretación-.

Todavía en ese momento yo tampoco estaba muy segura de la situación ya que es cierto que en el metro a veces vemos individuos de lo más extraño y en una gran ciudad como ésta desconfiar es casi un mecanismo de supervivencia pues somos muchos y no todos tenemos las mismas intenciones y a veces nos vemos obligados a compartir un espacio muy reducido con complet@s desconocid@s que en otras circunstancias nos haría sentir muy incómod@s. Pero por otra parte en este caso era síndrome de down, lo que ya por sí mismo no debería constituir una amenaza para nadie.

Como decía, el recelo que vi en la expresión de la chica de enfrente era en realidad inseguridad y ahí tengo que decir que aunque yo no recelé sí es cierto que sentí también inseguridad -pero no por mi integridad- si no porque no tengo a ninguna persona en mi entorno con estas características y lo desconocido generalmente nos produce rechazo/miedo/desconfianza/inseguridad o como se quiera llamar. Y me pregunté a mi misma si sabría cómo relacionarme con alguien con este síndrome. Probablemente me sentiría ridícula aunque aclaro que por mi, por mi falta de soltura quizás, no por la otra persona.

Durante el transcurso del viaje se levantaron dos personas y este chico se dirigió dudando hacia un asiento libre hasta que apareció a su lado una mujer que supuse sería su madre. Cuando ésta ocupó su asiento él ocupo el otro. Abrió su mochila y le ofreció a su madre inmediatamente y solícito, un libro de pasatiempos que ella rechazó porque leía una revista. El chico se dedicó el resto del viaje a resolver un crucigrama con una concentración muy simpática.

Todo esto me hizo pensar en qué distinta debe de ser la vida para la madre de este chico, en qué distintas deben de ser sus prioridades, en cómo se habría sentido ella al descubrir que su hijo nacía así. Me hubiera gustado saber cómo ve la vida este chico, cómo se sentirá con respecto a los demás, qué pensará de las personas que no tenemos ese síndrome.

Pensé en qué poco sabemos realmente de nada de lo que nos rodea. Estamos cegados por el sentimiento inflado de supremacía de la especie en general y por el individuacentrismo en particular, y el absurdo llega a que ser "normal" no es suficiente, siempre queremos ser admirados, destacar, vestir distinto, ser los más bellos, los más delgados, los más listos, los más atrevidos... ¡y qué poco nos paramos a observar las pequeñas cosas que tenemos alrededor!, los detalles, las vidas de los demás pero no para competir sino para comprender.

Probablemente un gesto de cariño de este chico con síndrome de down sea para las personas que le han educado y ayudado a crecer todo un regalo y muchísimo más grande (que lo es, no es una suposición) que las miradas de admiración de todo un vagón de metro por el cuerpazo que tenemos o por lo el modelazo que llevamos.

Siempre he pensado que menuda ironía sería que los que nos consideramos "normales", "inteligentes", "superdotados" incluso -no hablo de mi-, estuviéramos a años luz de la verdadera inteligencia. 
Siempre he pensado que quizás una buena parte de los verdaderamente inteligentes y capaces de percibir lo que los "normales" no percibimos sean tod@ aquell@s con síndrome de down, autismo, etc, precisamente aquellos a los que no entendemos sin un gran esfuerzo por nuestra parte.

19.10.10

Por fin

¡Después de muchos meses a la venta por fin mi bici ha sido vendida!
¡Trocathlon funciona!



13.10.10

Triste y sola...

...me voy a quedar sin mi bici estática. Bueno, sola sola no, que tengo a Pelotillo y a mis gatos en casita...Pero en cuanto a objeto-de-uso-habitual-que-se-ha convertido-en-imprescindible, sí.

Cuando me la compré hace unos 3 años no pensé que la iba a usar siempre con tanto entusiasmo como lo he hecho. Sí sabía que la iba a usar pues para eso me la compré después de pensármelo bien pero todo el mundo decía: "bueeeno, al final se queda aparcada sirviendo de galán de noche". Como veían que yo estaba decidida a ser consecuente algunos también decían: "bueeeno, al principio la usas con ganas y tal pero como es tan aburrido al final pasas de ella".

Pues no en mi caso. La he usado regularmente y salvo que estuviera enferma o de vacaciones o algún imprevisto impepinable he acudido a mi cita cuando tocaba. No ha sido el colmo de la diversión subirse a pedalear sin que el paisaje se volviese un poquito borroso -no cuenta subirse contento de alcohol- pero tampoco es para tanto. Siempre la he usado enfrente de la tele, o con los auriculares en las orejas escuchando música o cuando necesitaba aclarar mis ideas, en silencio; las menos. Me he hecho adicta a mis sesiones de ejercicio. Ya no puedo vivir sin hacer algo de deporte.

Me fascinaba ver que en París caminábamos casi 7 horas diarias recorriendo la ciudad y en Madrid puedo pasarme las mismas horas en la oficina, a las que hay que sumar las del transporte, las esperas, el trabajo en casa delante del ordenador. Creo que mi cuerpo está diseñado para moverse y la bici ha sido una bendición cuando el resto de obligaciones te van robando el tiempo sin que te des cuenta.

La razón de que mi fantástica bici salga de casa es porque necesito subir de nivel. He descubierto la maravilla de conjugar el poco tiempo libre con hacer ejercicio en casa y la verdad es que es una fórmula estupenda para mi. 
Ahora quiero más. Mucho más. 
Quiero una bicicleta elíptica. Se acabó el hacer ejercicio sentada. Bienvenido el movimento total. Supongo que sufriré los achaques del cambio de ejercicio pues una ya tiene sus ais de vez en cuando pero creo que la sensación va a ser muy positiva. Estoy convencida de que no defraudará aunque primero tiene que venderse mi fiel bici. Este viernes se va a Trocathlon
La despediré con algo de pena, con la alegría por el resultado obtenido y muy agradecida por el bien que ha hecho por mi.


7.10.10

Yo también me voy de vacaciones



Ella siempre tan sutil...



[Esta foto no es reciente. Es de los preparativos del viaje a París de este verano]

6.10.10

Un grato descubrimiento

Hoy, por casualidad, me he encontrado en internet el trabajo de una ilustradora que me ha encantado. Es una autora de Reino Unido y mejor dejaré que hablen algunas muestras de su trabajo por sí solas.









Estas tres son las más significativas pero podéis ver más aquí, aquí, y aquí. Su nombre es Andrea Joseph.

En el último enlace hay una ilustración con calcetines que dan ganas de ponérselos en los días más fríos de invierno.

Da gusto ver el trabajo bien hecho.