Te despiertas una mañana. El sol inunda de luz el dormitorio, blanco y madera. Notas algo cálido, pequeño y suave sobre la mejilla. Abres los ojos y te encuentras con la mirada nerviosa por naturaleza de Tika, la monita tití con la que compartes vivienda y que te está tocando la cara para que desayunéis (para que le pongas el desayuno).
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Mono Tití |
Una brisa fresca y con matices salados agita las cortinas. Te levantas de un salto con una sonrisa y al bajar la mirada ves un cuerpo bronceado por el sol. No te queda mal. Escoges un bikini del cajón y te lo pones rápidamente, añades un pantalón corto, una camiseta y calzado, te recoges el pelo en una coleta.
Tika corre delante de ti hacia la cocina. Le preparas fruta y mientras da buena cuenta de ella preparas una mochila con ropa, comida y algunas cosas más, dejas tu equipo de buceo al lado de la puerta y te asomas a la ventana de al lado para ver si ya han llegado tus compañeros de inmersión.
Tika ha terminado y oyes el sonido de una lancha motora que se acerca. Son ellos.
Tika salta sobre tu hombro y sales de casa mordisqueando un plátano. Saludas entusiasta con la mano en respuesta a los saludos efusivos de tus compañeros mientras oyes el sonido de las tablas de madera a tu paso, camino a un excitante nuevo día bajo el agua.
Probablemente continúen...
[Utopías inspiradas en la vecina de la azotea, la auténtica contadora de vidas, cuya creatividad no tiene límites y verdadero ejemplo de cómo reinventarse a sí misma una y otra vez.]