Hoy es un buen día para estar en sitios como éstos:
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Navagio. (La página tiene muchos más salvapantallas espectaculares) |
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(Autoría de la foto desconocida) |
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Surge, Australia (autoría de la foto desconocida) |
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Aprender a hacer wind/kite surf. (autoría de la foto desconocida) |
Aunque el mar, el sol y el viento son muy agradables también cansan así que hay que pensar en un lugar donde descansar, comer, reposar, charlar o simplemente dejarse mecer por el sonido de las olas, las gaviotas y la brisa, con un sonrisa perenne en los labios.
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(Autoría de la foto desconocida) |
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Un buen lugar para comer o cenar. (Autoría de la foto desconocida) |
Terminar el día así debería estar médicamente recomendado en cualquier lugar del planeta, de la costa o de interior. Se vería mucho menos la tele:
Descansar y relajarse está muy bien. Pero al poco la actividad llamaría a nuestros corazones, al menos al mío. Como aquí tengo la ventaja de creerme lo que pongo sin tener que pasarlo mal, entre algunas de esas actividades que dudo que pueda/quiera hacer algún día está el surf. Me fascina.
Y no sé qué tiene la primera foto que me provoca unos deseos totalmente inconscientes de lanzarme a hacer compañía al surfista. Creo que mi grito de júbilo se iría transformando en uno de pánico pero bueno, qué más da, las burbujas de agua ya se encargarían de silenciarlo (porque tendría que cerrar la boca para no tragarlas):
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Autoría de la foto desconocida |
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Autoría de la foto desconocida |
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En Tasmania. Autoría de la foto desconocida |
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Kelly Slate, autor de la proeza. Autoría de la foto desconocida |
¿Y por qué este atracón de playa, mar y ambiente veraniego? Tengo que ser sincera, no es algo que me apetezca hacer hoy, es algo con lo que vengo soñando despierta desde hace meses. Constantemente me asaltan imágenes y sensaciones de viento en la piel, arena, calor y sal.
En cualquier momento: cuando voy camino del trabajo por una gris acera donde azota el viento y la lluvia, cuando estoy sentada en la oficina delante de una bonita, lineal y predecible hoja de excel, comiendo delante de la tele, cuando cierro los ojos al acostarme... Este invierno se me está haciendo muy largo, muy duro, muy agobiante, muy intenso, muy largo otra vez (es que se me hace muy largo).
Tengo una visión distorsionada este año de la estación invernal, me tengo que recordar a mí misma que estamos acabando febrero y que la primavera, aunque pronto, todavía no llega y que debe hacer el tiempo que hace. Me tengo que recordar que a mí no me gusta el calor asfixiante del verano, al menos en Madrid, pero da igual, mi cuerpo pide calor solar, los sonidos amplificados del buen tiempo, pocas capas de ropa y ver rostros animados más allá de la punta de la nariz que últimamente dejan asomar las bufandas y los gorros.
Como punto final cierro con un timelapse de Suso Ben sobre algunas playas de la costa norte de España, que aquí también molan. Me produce aún más nostalgia si cabe porque algunas las conozco y hace casi dos años que no he vuelto salvo por una escapada exprés de un día que hicimos así en plan acto de locura aventuril. Aisssss, snif....
El ritmo propio del timelapse no es muy acorde con la sensación de equilibrio y paz interior que siempre alcanzo cuando estoy allí ni tampoco el tema escogido de Moby es el más sugerente -que los tiene, se me ocurren unos cuantos más apropiados- pero es un buen resumen.
Me veo poniendo en casa la calefacción a tope y paseando mi palmito en bikini con el flotador a la cintura para hacerme la ilusión de que ya llegó, ya está aquí, el buen buen tiempo de verdad.