5.4.10

Vuelta a la rutina

La rutina tiene su encanto: es como reencontrarte con viejos amigos a los que no has visto una temporada.

Atrás quedaron, este año, los días de descanso de lluvia interminable, las horas plenas cerca de la chimenea del salón, la comida relajada, levantarse sin horario, acostarse sin preguntarse qué hora es, ver las películas que ponen en la tele porque no hay reproductor, conversar, reir y bromear.
En las vacaciones hemos sido, y a la vuelta, la cotidianeidad nos recuerda quiénes éramos y quiénes queríamos ser antes de jugar a ser nosotros mismos.

Hoy nos enfundamos el traje de "lunes de vuelta de semana santa" y retomamos las tareas como si nunca las hubiéramos abandonado aunque secretamente sabemos que no todo sigue igual. Nos delata una sonrisa melancólica o un brillo del descanso merecido aleteando en la mirada.

Trataremos de que nos dure esta sensación, esta calma para hacer las cosas y esta tranquilidad de espíritu. Una especie de indiferencia consentida, como una anestesia en la agitación diaria. 
No nos engañemos. 
Volveremos a caer en la trampa de la ansiedad y de la fugacidad de las horas del día, que siempre están por llegar.

Pero cuando queramos volver a dominar el tiempo, la prisa y el agobio solo tenemos que volver mentalmente a esa chimenea, a ese salón, a las gotas de lluvia repiqueteando en la ropa,  y recordar que podemos pararlo todo cuando queramos, incluso cuando la inercia nos indique que no podemos.


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