14.4.10

Espirometría atípica


Reviso mis entradas anteriores (no las de las sienes, sino las de In Scriptum) y veo que últimamente solo hablo de médicos y de estudios.

Pues bien, aunque tenga poca vida social tengo alguna y muy intensa. Sin ir más lejos este fin de semana he podido conjugar una faringitis coleante con una comida de amigos y una cena de familia con futbol televisado. Todo en el mismo día, salpicado por unas décimas de fiebre que a primera hora del sábado aderezaron muy bien la jornada laboral. Sí, sí, he dicho bien: laboral.

Mención especial de ese día tan completo se merece el ahora famoso café con sal que a punto estuvimos de tomarnos ese mismo sábado entre la comida y la cena. Pero esta anécdota es digna de una entrada propia.

Ayer, sin embargo volví al centro médico. Esta vez la culpa fue de una espirometría que mi médico de cabecera (esta expresión me hace pensar que tengo al doctor sentado en mi mesilla) se empeñó en prescribirme a raíz de la última consulta.

Si alguien no ha hecho la prueba y tiene curiosidad por saber en qué consiste explicaré que se trata de sentarte en una silla en una salita donde tienen un aparato que recuerda a un secador de viaje, unido a otro artilugio con una pantalla muy grande y con botones en su parte inferior para que los/las expertos/as puedan configurar lo que necesitan.

En la parte que corresponde al paciente su cometido consiste en coger mucho mucho aire y soplar a través del secador de viaje en el que antes han colocado una boquilla de cartón, individual y posterioremente desechable por aquello de la higiene. Hay que soltar todo el aire de golpe y seguir expulsándolo hasta que te den permiso para dejar de ponerte azul.

Lo que no te dicen es que dura 6 segundos la tortura y que el personal técnico que controla la prueba está entrenada en las facciones más duras de las fuerzas militares especiales de la Europa del Este contando, entre sus tácticas principales, con el ninguneo de tus capacidades para coger aire y para soltarlo.

Se pasan todo el rato diciendo "seguro que puedes coger más aire", "tienes que aguantar más soltándolo", y un sin fin de comentarios orientados a que tú te esfuerces más y la verdad, o yo llevo una vida anaeróbica o allí ningún paciente hace la prueba bien.

La primera parte de la prueba la constituyen tres intentos "a pelo", es decir, tu coges aire, soplas; coges aire, soplas; coges aire-que-parece-que-te-vas-a-tragar-la-habitación, soplas.

Lo bueno viene en la segunda parte. Aquí es cuando te dan Minichutín para abrir los bronquios, igual que cuando te da un ataque de asma.

Internamente traté de mantenerme neutral con respecto a las previsiones que me estaba haciendo sobre lo que le iba a pasar después a mi cuerpo ya que al principio de la temporada de alergias el Minichutín parece Maxichutín por el subidón de adrenalina que me da, hasta que me habitúo a su uso. Ya sabía que a continuación vendría una sesión de taquicardias galopantes y temblores internos pero en fin, la prueba era la prueba.

Debí de olvidar que yo a veces soy un poco inocente porque no me dieron un chute, ¡me dieron cuatro!.

Después de la sobredosis tuve que salir a la sala de espera de nuevo para que el medicamento me hiciera efecto... ¡pero si con la segunda toma ya estaba como un caballo de carreras después del pistoletazo de salida!

Pelotillo, que me esperaba tranquilamente sentado leyendo un interesante manual, me vio y supongo que no vio nada raro. Sin embargo yo estaba como el vibrador de mi móvil en mitad de una llamada.

Le enseñé la mano temblona y pensé que en ese momento sería delicado trabajar manipulando la vajilla de la Casa Real.

Pasó el tiempo requerido y volví a entrar a la sala a coger aire y soplar.

El resultado fue peor que el anterior. La primera prueba de la primera parte era la válida, es decir, sin la ayuda del broncodilatador.
La segunda tanda se me hizo mucho más difícil respirar (no digamos coordinar mis pulmones para coger-aire-soltarlo-de-golpe-mantenerlo-seis-segundos) debido al exceso de medicamento porque mis propios latidos no me dejaban ni decir una frase del tirón.

Ahora cuando mi médico vea los resultados me la va montar buena con el Minichutín.

-¿Ves? No lo necesitas -dirá con su jocosidad habitual.

Y lo le diré: "¿Entiendes cómo me ponía el Megachutín(*)? Los datos los tienes delante."

Ea!

(*)Megachutín es el broncodilatador que me tomaba antes y que me provocaba con una toma lo que el Minichutín con cuatro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario