9.6.11

Devorador@s de historias: El otoño en Pekín

Amadís Dudu se levanta una mañana para ir a la oficina. Y pierde el autobús.
Consigue subirse a uno y descubre que no se puede bajar.
Se queda dormido y cuando el vehículo para, el autobús le deja en Exopotamia.
Allí hay un proyecto para construir una vía de ferrocarril, en pleno desierto. Un desierto poblado de personajes pintorescos y extravagantes, como el profesor Mascamangas, Petitjean,...


Con estos nombres y situación de partida no podemos esperar otra cosa que una historia absurda.
Pero absurda en el buen sentido de la palabra. Absurda porque bebe del movimiento surrealista. Más concretamente de la patafísica.


Su autor, Boris Vian,  fue un hombre verdaderamente versátil. Su corta vida fue muy intensa ya que en 39 años fue ingeniero metalúrgico, burócrata, novelista, dramaturgo, poeta, músico y crítico de jazz (faceta de gran importancia para él), cantante de cabaret, compositor, productor, traductor y organizador de grandes fiestas. 


No solo escribió El otoño en Pekín, le dio tiempo a escribir 19 historias más entre obras de teatro y novelas firmadas con pseudónimo y con nombre verdadero.
Su primera publicación fue polémica. Firmada bajo pseudónimo donde su verdadero nombre aparecía como traductor, fue censurada por sus contenidos de sexo y violencia. Provocó tal escándalo que esto le supuso dos años de juicios hasta que reconoció su verdadera autoría, momento a partir del cual fue duramente criticado. Mientras tanto ya había publicado cuatro novelas en total bajo el mismo nombre falso.

El sexo, la violencia, el amor, la muerte y la vida son elementos constantes en sus obras. En ellas los personajes parecen ser regidos por el libre albredrío pero en la aparente confusión de situaciones absurdas e impensables existe una reflexión profunda sobre el ser humano y la vida, un existencialismo a través del cual los personajes parecen ir propulsados hacia el momento posterior, en una carrera imparable y atolondrada; o a un ritmo agónico donde el presente se hace insoportable como es el caso de La espuma de los días, dependiendo del tono de la obra.

Boris Vian muestra a pesar de todo una gran sensibilidad, una gran versatilidad y una gran inteligencia de la que nos privó un día de finales de junio de 1959 cuando un ataque al corazón le sobrevino mientras visionaba una adaptación cinematrográfica de La espuma de los días, provocado por sus tempranos problemas de salud.

A destacar en El otoño en Pekín un momento impagable en la escena del autobús al que por fin Amadís Dudu consigue subir.
Y por cierto, la historia nada tiene que ver con el otoño o con Pekín.

En el vídeo podéis ver algo de sus dotes musicales acompañado de su guitarra-lira.


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