3.3.10

Ferretería tapadera

 

El mundo del bricolaje es proceloso. Unas veces es grato y otras es como tener los pies asomados a un precipicio, con tu cuerpo oscilando sobre el vacío.

Por otro lado las tapas de las ollas envejecen, así, sin previo aviso.
Llega un día, y una tapa de cacerola, ella tan eficaz y estoica, aguantando calores y vapores varios, va y pierde el asa que además no es un asa, es como un pomo o un tirador.
La tapadera queda un tiempo discriminada, languideciendo en un rincón de la cocina hasta que encuentren el repuesto necesario que la devuelva a la vida útil.

Ferreterías cerca de casa no hay muchas. Tan pocas hay que hay que visitar internet para que te vaya indicando dónde puedes encontrarlas.
Como animales malditos, permanecen por ahí, agazapadas y desperdigadas en callejuelas secundarias, terciarias y hasta invisibles diría yo, tratando de ocultarse de la civilización porque algún día fueron marcados como proscritos.
 

Un día, Pelotillo y yo decidimos visitar la más cercana.

-Buenas.
-Hola.

La ferretería no era muy moderna, no era muy antigua. Era grande, medianamente iluminada. Llevada con el ánimo de quien ocupa un espacio en una calle invisible y como quien no espera muchas visitas, sin estridencias, ni demasiada armonía.

Aquí venimos a cumplir nuestro cometido y punto.

Con un aire entre taller mecánico de coches de los de antes y futuro local de chinos que no hablan español.

Dos dependientes.

Pelotillo saca el pomo malherido de la tapa.
-Necesitamos un repuesto para la tapa.

Uno de los dependientes lo examina. Debía de tener muy buena vista porque lo hizo desde un metro y medio o dos. Por supuesto sin tocarlo, si no, menudo susto.

-No trabajamos esas piezas -fue la lacónica contestación.

A mi que tener que hacer de vendedor cuando yo soy la compradora -al menos en potencia- porque el vendedor no hace su trabajo me molesta un poco, pregunté:

-¿Y dónde podemos encontrarla? -...porque tú no vas a dignarte a tratar de ayudarnos pero al menos hablar vas a hablar.

-Aquí...detrás.

A lo que se me hubiera ocurrido con gusto preguntar: "¿en la trastienda?", por lo vago del gesto.

Tentada a torturarle para que confesara, no hizo falta y fue suficiente  con insistir una vez para que nos diera una indicación un poquito más precisa.

Localizamos el negocio porque de casualidad nos encontramos con él: una tienda de repuestos, reparación de ollas y electrodomésticos varios, antigua, más que la ferretería, pero con unos dueños infinitamente más amables.

El ser humano suele olvidar las malas experiencias, especialmente si no alteran demasiado su vida así que volvimos a necesitar una pieza para un trabajo de bricolaje ya de los serios.

Pelotillo, con más optimismo que expectativas se dirigió a la misma ferretería únicamente porque era la que estaba más cerca, que además recordara.

Entró de nuevo.

-Buenas (otra vez).
-Hola.
-Necesito una pieza que sea como una abrazadera para sujetar unas patas de una mesa a un tablero, para hacer eso, una mesa.
...
-No trabajamos esas piezas.

Pelotillo y yo llegamos a la conclusión de que la ferretería es una tapadera de algún negocio ilegal que es el que realmente les sostiene.

1 comentario:

  1. No lo marco como divertido porque me chupé yo la escucha de la famosa frase con la que creo que voy a componer un reggaeton titulado No trabajo esas piezas, soy un camello disfrazado de Ferretista profesional.

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