15.2.10

Dependienta de armas

El domingo decidimos pasar el día en Toledo. 
Llevábamos unos cuatro fines de semana sin salir de casa, apenas para ir  de visita a otras casas y la verdad es que ya nos estaba agobiando la sensación de confinamiento.

Nos acostamos el sábado a una hora prudencial  -haciendo un esfuerzo-, nos pusimos el despertador y aunque salimos solo media hora más tarde de lo previsto no interfirió en nuestros planes.

Ya habíamos estado otras veces en la Ciudad Imperial pero eso sucedió hace algunos años así que pensamos que había que volver a echar un vistazo para ver los cambios y revivir los buenos viejos tiempos.

El viaje se hizo corto y agradable pero aconsejo que si os da por pintaros las uñas -de las manos- dentro del coche en movimiento aprovechéis las rectas que si lo hacéis en las curvas podéis acabar con una lustrosa mano de barniz -nunca mejor dicho- por todo el cuerpo.

Caminamos mucho viendo cosas y lo más complicado fue encontrar un sitio para comer que, a las tres y pico de la tarde, no tuviera lista de espera de al menos 20 minutos. Debieron de hacer buena caja en Toledo porque no se trataba de las dos de la tarde ni de las dos y media sino de las tres y pasadas. 
Al final encontramos un sitio que tenía mesas libres. Estaba más alejado del centro histórico pero claro, tenía truco: tardaban milenios en atenderte y servirte. Lo que hubo que agradecer es que el tiempo que esperamos para que llegara el primer plato no hubo que esperarlo para los siguientes si no, ya me veía convirtiendo In Scriptum en un sitio de crítica gastronómica pero solo de crítica -de las chungas-.

Visitamos una de esas famosas tiendas toledanas donde exhiben espadas, armaduras y artefactos oriundos del lugar y se atreven con armaduras, espadas y arcos de películas de renombre. Ya las había visto por internet, que por cierto, la oferta es más variada que en vivo; creí que sería al revés.

Nota mental: no volver a entrar, concretamente, en una de ellas. No daré su nombre porque no quiero hacer publicidad pero puedo decir que en el escaparate tenían una pantalla plana mientras sonaban fragmentos de bandas sonoras de películas relacionadas con el trabajo de la fragua.

Ingenuos de nosotros, entramos y ya se nos abalanzó una dependienta con marcado acento de los países del este. A priori no tengo nada en contra de nadie, sea cual sea su procedencia, ni su acento, ni su color de piel, ni nada pero me vino a la memoría un tópico personal que me formé cuando tuve, años atrás, de compañera de trabajo a una chica de origen rumano: la persistencia.

La mujer, cual maestra de ceremonias o como si estuviéramos visitando su casa y se erigiera en anfitriona nos siguió por toda la tienda explicándonos tipos de espadas, calidades y un exceso de información muy útil si vas a comprar, pero muy inútil cuando ya has dicho que solo vas a echar un vistazo. Nos empezó a saturar. Pensando que a lo mejor en la planta baja, con más clientela, íbamos a despistarla y que por fin íbamos a poder ver lo expuesto sin más comentarios que los nuestros, nos siguió como un perro de presa y encima la dependienta que custodiaba la parte inferior se simultaneaba con ella para ofrecernos artículos. Yo ya me puse a pensar si en algún momento había dicho que regentara un museo o viviera en un castillo.

Mae: -"¡Una armadura templaria!"
Pelotillo: -"Sí, que bonita"
Dependienta 2 (mientras Dependienta 1 le hincaba el diente a un grupo de chicos que se defendieron diciendo que eran estudiantes): -"Ssi,...ess prressiosa. Cuessta 2.900 euross."

En fin que no solo se metía en nuestra conversación si no que nos espantó con el precio. Por favor, un poco de intimidad.
Después de la incomodidad de ver una tienda con semejantes escoltas salimos en cuanto pudimos a la superficie -a la planta de calle- y ya allí, viendo Dependienta 1 que se quedaba sin carnaza, al lado del stand de joyería damasquinada que ya nos había enseñado al entrar, nos ofrece que compremos algo ¡ja!, como el que ofrece un aperitivo por la visita.

Dependienta 1: -"Ssi quieress comprrar algo...mira...¿no tieness ningún regalo pendiente?.."
Mae: -"Nooooooo! Señora, por dios! Ya le he dicho que no!! N-O! Ene-O!! No!! Váyase a la m****a, que me tiene de los nerviooooos!!!!!"

Evidentemente no fue esto lo que le contesté sino que recurriendo a mi flema inglesa me la quité de encima mientras Pelotillo sujetaba la puerta de salida, hacía una voltereta hacia adelante, cayendo de pie después de un mortal y yo, avanzaba con las puntas de los pies por la pared de la tienda, escabulléndonos sin volver la vista atrás.
Buf!

1 comentario:

  1. Jajaja, ¿de verdad que no fuieste tú la que la mandó a la mierda? Mira que yo lo oí (¿o sería también en mis subcosnciente? no creo porque yo internamente la mandé a tomar por c*#o, es que soy menos "flemático" que tú ;-))

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