12.2.10

Mañana infernal

Hay mañanas y mañanas y una de esas mañanas era de las que no querría volver a repetir hasta dentro de unos cuantos lustros.
Habitualmente me levanto pronto, excesivamente pronto, para poder ir de forma relajada a trabajar. Nada como empezar el día con buena actitud.
Incluso me levanto con el tiempo suficiente para contemplar pequeños imprevistos.
Excepto tantos pequeños imprevistos seguidos.

Suena el despertador y después de un sueño no especialmente reparador, levito de la cama y aparezco en el baño, todo luces y destellos.
En realidad solo he encendido las luces del baño y del espejo pero con los ojos semi-cerrados y las pupilas aún dilatadas por el cansancio todo parece más brillante.
Ningún contratiempo hasta la hora de vestirse. Me enfundo las medias, me pongo la camiseta de manga larga, la falda y voy al baño dispuesta a dar el toque final.
El caso es que las medias están tirantes y parece que hubiera cogido una talla para una niña de 12 años y me siento como si en vez de ir andando hasta el servicio estuviera dando saltitos como un gorrión.
Delante del espejo otra vez vuelvo a encender las luces de star-system-a-punto-de-salir-al-escenario y ¡horror!: la camiseta supuestamente-negra, al lado de la falda ¡se ve gris!
Corro a la habitación -es un decir-, entro de puntillas, sin hacer ruido, pertrechada con una linterna-mechero de la reserva que acumulamos Pelotillo y yo desde que él ha dejado de fumar (¡Por fin! Casi cumple 9 meses sin fumar), cierro la puerta para que no entre luz ya que Pelotillo aún duerme -afortunado él-, abro el armario y husmeo buscando una camiseta que no traicione a la falda. 
Con una mano sujeto la camiseta negra-gris y con la otra saco la negra-negra. Apago la linterna. Salgo a hurtadillas y vuelvo al baño.
Me enfundo la camiseta negro-verdadero.
Las medias me oprimen las piernas ¿pero cuándo me he comprado yo unas medias tan incómodas? Tiro de ellas delicadamente primero y con fuerza después para subirlas y veo que para colmo tienen una carrera. ¡Imposible! ¡Si parecen de neopreno!
A la porra. Vuelvo a la habitación. Esta vez no necesito linterna. Nos hicimos un invento con una billy de Ikea y ahora tengo todos los pantys en una caja de tela negra muy fardona, que junto con 5 más hacen de cajones-postizos en los huecos de la estantería.
Salgo de puntillas, y dando más saltitos, de la habitación. Aparezco en el baño. Me quito las medias con satisfacción pensando en tirarlas. Ya me estaba doliendo hasta la cabeza.
Rebusco unas medias que no me hagan torniquete y aliviada me las pongo.
Me voy cepillando los dientes y se me ocurre hacer una inspección a la falda que tiene la abertura por detrás. ¡Desastre! Se ha descosido. Mecagüen...! Pues ahora no voy a cambiarme toda la ropa. ¿Cómo voy de tiempo? Algo retrasada con respecto a la hora de salida pero no mucho aunque me quedan muchos flecos que terminar antes de salir de casa...

Corro al comedor -con las otras medias, imposible- abro el costurero. Menos mal que compré un cofre de madera y ahora está todo en orden.
A duras penas distingo el hilo negro y después de varios intentos, cruzando mentalmente los dedos porque los de verdad los tengo ocupados, ruego que haya cogido el carrete correcto, y me llevo aguja y tijeras.
Vuelvo al baño ¿Cuántas veces habré venido al baño hoy y solo llevo una hora de pie?
No me quito la falda, me la giro y después de descubrir que enhebrar con sueño, de pie y con prisas es más difícil que sentada, tranquila y con los ojos realmente abiertos, me pongo a coserla en un escorzo. Tonta de mi, que puedo girarla un poco más.
Descubro que a medida que coso el hilo se separa y quedan una puntadas aberrantes. Ya me imagino andando por el pasillo del trasbordo y notando unos ojos críticos clavados en mi abertura remendada (lo de "raja remendada" suena fatal además de triste).
Al menos en esos detalles son en los que yo me fijo cuando ese tramo interminable me obliga a distraerme con cualquier cosa.

A lo lejos oigo ruidos como de cajas y cosas que se caen y mientras imagino qué puede ser me encamino hacia el salón intentando no perder la aguja ni clavármela y veo a mi gata tirando lo que le estorba para hacerse hueco dentro del mueble. Despotricando la espanto y recojo cosas que según ordeno se caen por sí solas. Consigo cerrar la puerta del mueble.

De regreso al baño luminoso. Me empleo a fondo a la tarea de coser y remato lo mejor que puedo y la verdad, no me queda tan mal pero mejor lo repito por la tarde, de vuelta a casa y sin cronómetro. De momento sirve.
Voy al comedor a guardar los trastos de costura y tropiezo con mi gata, que aguarda detrás de mis tobillos, esperando a que le conceda algo y para evitar pisarla, casi me escalabro. Sale corriendo despavorida y regresa al rato recelosa, no vaya a ser que me dé otro ataque de prisas y me vuelva peligrosa.
Me faltan las botas ¡Uf! Y están en la parte de atrás del armario...
Hago contorsiones para sacarlas, recojo el resto de cosas que necesito y me repito a mí misma que no se me olvide coger un boli para apuntar el consumo de gas en la nota del portal que hoy es el último día.
Consigo llegar al portal y cómo no, es tan pronto que todavía es de noche en la calle.
A contraluz no veo dónde debo escribir mi consumo así que me remango la falda y me calo entre las rodillas lo que llevo en las manos -que no salga nadie en este momento por favor-, pongo el libro que estoy leyendo estos días detrás del papel y escribo lo mejor que veo en la penumbra.
Salgo a la calle y veo que hay un poco más de gente de camino a sus obligaciones y es que yo suelo salir más pronto. Aunque solo sean diez minutos más pronto la verdad es que no hay un alma por la calle. Casi podría volver de farra y parecería lógico.
Al menos hoy en el metro todo funciona correctamente a pesar de los primeros espantosos 3 minutos de espera anunciados en el andén, que a las 7:10 de la mañana es una barbaridad.

1 comentario:

  1. Jajaja, y pensar que mientras te ocurría todo eso yo dormía plácidamente sin enterarme de nada... Aisss, si es que eso te pasa por madrugar...

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